Soberanía a dos fuegos. Mientras el oficialismo pretende parar a Trump entonando el himno nacional y repitiendo el mantra de la soberanía -innegociable, la llamó el secretario de Defensa- el Estado mexicano se ve atrapado por los saldos de AMLO que menoscaban la soberanía en el plano interno. El régimen se encuentra a dos fuegos. El primero en el tiempo, el de los cárteles, que socavan la soberanía interior al despojar al estado del control de buena parte del territorio nacional e imponer en ellos su ley. No importa, por ahora, que la haya entregado -o no- el propio jefe del estado, en los términos en que incriminan a López Obrador en los más altos círculos de Estados Unidos. Lo que importa es que esa situación alienta el siguiente fuego, el de Trump y sus secuaces. De hecho, les sirve para justificar sus aprestos de incursión militar directa en algunos estados a fin de acabar con las bandas que el régimen de este lado no combatió eficazmente, o las prohijó en el sexenio pasado, como lo acusan en EU. Pero precisamente debido a los ‘gobiernos’ criminales instalados en importantes regiones del país, en perjuicio de la soberanía interna, se ve vulnerada ahora, también, la soberanía nacional en el plano externo.

De la captura ‘encubierta’ a la cacería abierta. Esa situación en lo interno muestra la incapacidad del régimen de interrelacionarse como actor confiable en el plano externo, un rasgo esencial de la soberanía en nuestro tiempo: la capacidad para comprometerse y cumplir los compromisos en la escena internacional. En el ámbito bilateral está el compromiso —sistemáticamente incumplido por AMLO— de cooperar contra la invasión de drogas a territorio yanqui, denuncian allá, realizada desde aquí, en perjuicio de la salud de los estadounidenses. En estas circunstancias se requiere algo más que la retórica soberanista para hacerle frente al amago real de un Washington harto —desde Biden— de esperar el cumplimiento de los compromisos de cooperación mexicana en este campo. Allí se inscribe la decisión de ese gobierno de ir directamente por el Mayo Zambada, ocultándole la operación a López Obrador. Y, allí, los vuelos de aviones espías y los buques y portaaviones de hoy en nuestras costas: un cambio algo más que de matiz en el comportamiento de Estados Unidos con México. Tras la pudorosa captura de los tiempos de Biden —digámosle ‘encubierta’— del Mayo en Culiacán, se acumulan en los tiempos de Trump los indicios de que se preparan capturas abiertas o actos de aniquilación ejemplar, en el lenguaje de la fiscal estadounidense, de capos y sicarios de las bandas mexicanas, en sus refugios mexicanos, enlistados ya en la nómina del terrorismo internacional.

Contra el narco y el régimen. No parece haber duda, ni aquí ni allá, del cambio de estrategia y comportamiento antinarco del actual gobierno mexicano. Tarde e insuficiente, según Trump y su puesta en escena punitiva en marcha: contra los cárteles y contra el régimen mexicano, que a su juicio mantuvo —y mantiene— una “alianza intolerable” con los criminales.

Quebrar la “alianza intolerable”. Pero incursiones militares estadounidenses, incluso a escalas menores, podrían crear más problema que los que solucionen. Restablecida la cooperación con las agencias estadounidenses, lo ideal sería que se restableciera cuanto antes la confianza perdida en las agencias y las fuerzas de seguridad mexicanas. Y que la Presidenta tuviera márgenes para dar el paso de quebrar la ‘alianza intolerable’ entre criminales, autoridades y partido oficial. Más allá de los logros ‘incrementales’ en capturas y choques victoriosos, siempre reversibles, eso permitiría recuperar la soberanía interna en todo el territorio del estado mexicano y con ello ejercer la soberanía externa como actor confiable en la arena internacional.

Académico de la UNAM. @JoseCarreno

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