“Gran debate” legislativo… sin legisladores. No habrá propiamente diálogo ni negociación, como lo habían anunciado la futura presidenta Claudia Sheinbaum y su enlace para la transición con el actual gobierno, Juan Ramón de la Fuente. No se considerarán los análisis de las minorías parlamentarias ni las propuestas de las representaciones de la sociedad, en un Parlamento Abierto convocado por la nueva Legislatura. Nada de eso. Lo que se montará es un simulacro propagandístico de discusión de las iniciativas presidenciales destinadas a remover -y adulterar- piezas irreemplazables de la Constitución de la República. Cierto. Se podrán expresar críticas a las iniciativas, pero que no se escucharán. Ni siquiera por los legisladores que demolerán el arreglo democrático y el entramado institucional garante de derechos, como el de participación en elecciones regidas por la legalidad, la equidad y un árbitro autónomo, y el derecho a la información. Y no las escucharán los legisladores simplemente porque no estarán aún en funciones: la nueva legislatura no se instalará hasta septiembre, con sus órganos para recibir y procesar las iniciativas, que, en el caso de algunas de las presidenciales, serán aprobadas el mismo mes por la abrumadora mayoría del Presidente. Que el tema “lo discuta el pueblo de México”, proclamó Sheinbaum, según uno de los titulares más abyectos de la prensa de ayer. Y que la mayoría del Presidente en las Cámaras apruebe las iniciativas sin chistar, le faltó decir a la virtual presidenta electa, tras su comida en Palacio con el presidente López Obrador.
Debatir, en vacaciones: descalificar, ya. En vista de que el primer objetivo de una de las iniciativas es despojar de su fuerza de ley a las resoluciones del Poder Judicial y desaparecer de la escena a ministros, magistrados y jueces independientes, el simulacro incluirá, sin duda, “desde ahora”, como insistió la futura Presidenta, un bombardeo propagandístico de descalificaciones al desempeño de los juzgadores, mismo que encabezó el Presidente ayer mismo desde Palacio. La simulación del gran debate se exhibió además con los ejemplos de los espacios propuestos por Sheinbaum para realizarlo. En las facultades de Derecho, dijo, que estarán de vacaciones de aquí a las vísperas de la instalación de la nueva legislatura. El gran debate se realizaría también, anunció la elegida, con las barras de abogados, buena parte de cuyos miembros entrarán en receso, junto con el Poder Judicial, los últimos 15 días de julio, apenas para regresar a tiempo al acondicionamiento del cadalso de nuestra Ley Fundamental.
Anticlímax. Grandes expectativas había levantado la reunión del lunes en Palacio. Porque, hasta antes de la comida, no parecía haber acuerdo para la gestión de las iniciativas. En un intento de tranquilizar mercados, la virtual Presidenta electa había corregido y hecho recular al líder de los diputados oficialistas en la legislatura que ahora llega a su fin, quien se había declarado, sin que le correspondiera, manos a la obra para dictaminar las iniciativas. Pero antes de 24 horas, el propio Presidente le dio la razón al corregido y reculado y reafirmó que sus reformas van para septiembre, el último mes de su gobierno y el primero de la nueva legislatura. Los mercados dieron más tumbos y el Presidente respondió descalificando a los mercados. Fue en esas circunstancias en las que se anunció y se llevó a cabo la comida del lunes, en la que Claudia Sheinbaum logró una tenue cobertura cosmética -un simulacro de debate- a la imposición de AMLO para procesar sus iniciativas al vapor, antes de irse, sin consideración a los impactos que provocará en el gobierno siguiente. Y ella todavía aceptó ¿a cambio? ir a remolque de López Obrador en sus últimas giras de culto personal por la República.