Sí o no. No ceden en México las conversaciones sobre el grupo criminal tabasqueño llamado ‘La barredora’. Específicamente, sobre el presunto involucramiento -que ha dominado la agenda pública- del líder del oficialismo en el Senado y antes precandidato a la presidencia y secretario de Gobernación de López Obrador, a quien públicamente ha considerado ‘un hermano’. Una variable ha sido la división entre quienes apuestan por la caída inminente de Adán Augusto López frente a los que expresan una percepción de impunidad del senador. Los primeros se basan en la conveniencia de sacar del juego al exsecretario de Gobernación. Los segundos se basan en las reacciones ambiguas, a ratos indulgentes, de la presidenta Claudia Sheinbaum Prado, así como en las omisiones de la fiscalía general y en la evolución de la actitud del legislador López.

Una historia inconclusa. Éste pasó del ocultamiento de las miradas públicas por unos días, a la notable zozobra que mostró ante sus compañeros de partido y los medios en su reaparición, y a la ofensiva posterior contra comunicadores, una vez que, quizás en sus corazonadas, obtuvo las seguridades de que no será tocado ni con la primera foja de una carpeta de investigación. Pero da la impresión de que esta historia no ha terminado. Y si ya terminó, quedará entonces inconclusa.

Hora cero. Corren los días y, a 48 horas del plazo para la materialización del castigo arancelario del 30 por ciento a las exportaciones mexicanas a EU, la extorsión de Trump para evitarlo excede con mucho las condiciones de una relación comercial. Como las que irritan hoy a los alemanes en el acuerdo impuesto por la Casa Blanca de un arancel del 15 por ciento a los productos de los países de la Unión Europea, para compensar -en los cálculos de Trump- no un arancel a los productos estadunidenses, sino el IVA que se carga a estos y muchos otros productos.

En México, la condición narrativa. Pero en el caso de México, a las sinrazones de política comercial se ha agregado una exigencia de política de comunicación de orden interno. Lo que pretenderían los negociadores estadounidenses sería una confesión del régimen mexicano, implícita en la entrega a la justicia de exponentes del grupo en el poder ligados al narcoterrorismo. Con ello, el régimen mexicano avalaría la exitosa narrativa del propio Trump sobre una ‘alianza intolerable’ de políticos y gobernantes de la ‘transformación’ con los cárteles criminales, acaso el legado más riesgoso de AMLO a la Presidenta.

La condición punitiva. En el mismo sentido iría un acuerdo ‘global’, que hizo suyo la presidenta Sheinbaum semanas atrás, y que estaría formalizando una condición punitiva permanente contra los productos mexicanos, que quedarían así atados a la calificación que hagan -unilateralmente-las agencias estadounidenses del comportamiento del gobierno mexicano en materias migratoria, de seguridad y tráfico de drogas. Es decir, la DEA o el ICE terminarían fungiendo como autoridades decisorias en materia comercial, lo que agravaría la incertidumbre que se trata de desvanecer hoy entre los productores y los inversionistas del lado mexicano. Habrá que ver en las próximas horas si hay acuerdo y en qué términos. O si no lo hay, y cuáles serán los efectos del golpe arancelario.

Otras barredoras. Trump parece una barredora aquí de la inversión, la producción, el empleo y el bienestar. Y el régimen mexicano no cesa en su pulsión barredora de los derechos de los ciudadanos. Estos verán arrasada, en septiembre, la representación proporcional que desde las elecciones de 1979 garantizó la pluralidad en el Congreso. Se agrava la clausura de los cauces de expresión de la democracia. Y ante Trump, será difícil convocar a la cohesión de una ciudadanía a la que le han cercenado sus derechos y libertades.

Académico de la UNAM

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