Exigencia doméstica y presión externa. Es una pena, pero algunos correctivos al legado de AMLO, ahora obligados por la presión de Trump, fueron exigencias sociales desoídas por el régimen. Particularmente, el clamor por dejar atrás la indulgencia o las complicidades del grupo gobernante con las bandas criminales. Y así sea por la necesidad de ceder a las amenazas de cumplimiento calendarizado del primer convicto que habita la Casa Blanca, habría que celebrar la discreta, pero clara disposición mostrada por la presidenta para enmendar a toda marcha algunos de los efectos más nocivos —para la convivencia doméstica— de la herencia de su antecesor, sin ignorar que a la vez formen parte de los factores más tóxicos a despejar para la relación con Washington.

Sheinbaum, entre dos afinidades selectivas. Destacan más ahora las afinidades que las diferencias entre actitudes y visiones de Trump y de López Obrador. Pero, paradójicamente, la reanudación de la era de Trump en Estados Unidos parecería interrumpir o enmendar la era de AMLO en México. El expresidente mexicano y el otra vez presidente estadounidense parecen identificarse en numerosos aspectos. Pero conviene realzar ahora sus comunes impulsos por romper y suplantar las reglas del orden democrático de sus países, y por burlar o desconocer sus compromisos internacionales. Porque estas afinidades selectivas en el rompimiento de las reglas los atrajeron al punto de la colusión, de la que, en buena hora, parece tomar distancia la presidenta Sheinbaum.

Las facturas de AMLO. De su rendición ante el chantaje arancelario de Trump, en su anterior periodo presidencial, para imponerle a AMLO la contención migratoria y la permanencia en México de aspirantes de otros países al asilo de Estados Unidos, el entonces presidente López Obrador aprendió a usar —ya con Biden— la llave de la contención de los flujos migratorios —requerida imperiosamente por el demócrata— para forzar una serie de ventajas a cambio. Son las facturas que ahora viene a cobrarle Trump a Sheinbaum. Entre otras, a) por estirar hasta violar cláusulas del acuerdo comercial (energía, maíz, etc.) y darle luz verde a inversiones chinas sospechosas de exportar al norte bajo el amparo del T-MEC; b) por suprimir la cooperación en el combate a los cárteles y consentir, defender y exculpar a las bandas proveedoras de drogas a Estados Unidos; y, quizás, si prevaleciera la visión del secretario de Estado Rubio sobre las dictaduras, c) por deshacer el estado de derecho y el orden democrático interno, cuyos avances fundaron la confianza en el país para su inclusión en la mayor alianza comercial del planeta, el TLC, seguido del T-MEC.

Final del juego. Desde el triunfo electoral de Trump y su agresiva agenda mexicana ante estos diferendos, la presidenta Sheinbaum ha activado vistosas acciones antinarco con la explícita cooperación estadounidense, suprimida por AMLO. Ha desencadenado ofensivas espectaculares contra los productos chinos y sus negocios florecientes en el anterior gobierno. Y se dispone a recibir sin chistar a nuestros paisanos deportados, así como a mantener aquí —como lo hizo AMLO— a quienes —procedentes de otros países— aspiran al asilo estadounidense. Se acaba el juego de AMLO. Empieza el de Trump. Sheinbaum camina bajo el fuego cruzado de los dos, tratando de conjurar daños mayores. Quizás no evite del todo unos fogonazos arancelarios, ni acciones antinarco ya habilitadas como antiterroristas en nuestro territorio. Porque Trump se propone afirmar su determinación refundacional afuera y consolidar su imagen de mesiánico vengador adentro.

Años desafiantes. Enmendar la herencia que nos volvió más vulnerables y escuchar a la sociedad antes que la voz de quien se supone la voz del pueblo, claves para los próximos años desafiantes.

Académico de la UNAM.

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