La modernidad, esa época histórica que inicia con el renacimiento alrededor del siglo XVI, trajo consigo cambios paradigmáticos en muchos aspectos de la vida humana. Se trató de un cambio de la cosmovisión del ser humano.
Particularmente en el campo de la política la visión cambió completamente: de una concepción de la política como algo vital, es decir que su ejercicio comprometía completamente a la persona, se pasó a la política como un acto teatral en el que cada uno de los actores juega un rol en un momento determinado. Ese rol teatral puede ser cambiado de acuerdo a las circunstancias, no compromete a la persona.
Esa forma de comprender la política, hoy frente a los acontecimientos que se nos presentan, pareciera haberse desgastado. La forma de hacer política y los valores que de ella se desprenden parece haber entrado en crisis en gran parte del planeta.
Por eso es interesante analizar bajo qué idea se hacía política antes de la entrada de la modernidad, como se concebía el acto de gobierno antes de este cambio paradigmático para ver si allí encontramos alguna respuesta a la crisis que estamos viviendo. La historia es una gran maestra del comportamiento humano y sus resultados.
Una figura interesante que revela claves de la manera de hacer política en Occidente desde el mundo grecorromano hasta la Edad Media es la de los Espejos de los Príncipes que eran manuales de instrucciones, enseñanzas históricas y ficciones narrativas con función de ejemplaridad y consejos para el comportamiento público apropiado de reyes, príncipes o nobles que iba destinado específicamente a un sujeto particular de un determinado estado y condición.
Se llamaban Espejos porque en ellos quien fuera a ser un nuevo gobernante joven e inexperto debería de verse a sí mismo, que cosas debería imitar y que cosas debería evitar.
¿Y qué era lo que veían estos jóvenes gobernantes en su Espejo? Veían un gobernante prudente, moderado, fuerte, generoso, o sea la visión de una persona llena de virtudes.
En ese sentido, el centro de la actividad política era de origen claramente ético, independientemente de los comportamientos o fallos que pudieran tener algunos de estos gobernantes. El modelo de político estaba asociado a una idea sublime de la naturaleza humana.
El compromiso con su labor era total, no admitía doblez por qué no se entendía como un rol de tramoya o teatral sino que su trabajo se vinculaba con la vida misma del político.
Nicolás Maquiavelo en su obra más importante desechó la palabra Espejo, el título quedó solamente como El Príncipe estableciendo con ello una ruptura del compromiso del político con su labor. Sustituyó la idea de virtud —hábito operativo bueno con sentido ético— por la de virtú un italianismo en el que se quita la de final y se añade un acento a la u y que representa la astucia para llegar y mantenerse en el poder.
Como se puede ver, repasar la historia nos ayuda entre otras cosas a comprender que la política se puede construir desde bases muy distintas a las que hemos venido utilizando los últimos siglos. Existen otros modos de concebirla y practicarla. Es buen momento para reflexionar sobre ello.