La violencia derivada de la estrategia de Felipe Calderón y Enrique Peña fue capitalizada por López Obrador. AMLO empezó a condenar el uso de la fuerza armada contra los cárteles por la violencia que eso generaba. Por lo cual, desde entonces propuso justo lo contrario; retirar al Ejército a sus cuarteles y centrarse en mejorar las condiciones económicas y sociales de grupos desfavorecidos para inhibir su reclutamiento en el narco. Y también incorporó en su discurso el tema moral: abrazos en lugar de balazos, el exhorto a los mexicanos a deponer la violencia, a llevarnos bien, a buscar la paz espiritual por encima de poder y la riqueza. Se parte de que dichos exhortos podrán alcanzar a los capos pese a las enormes ganancias de su ilegal ocupación.

Una vez en la Presidencia, el discurso de AMLO ha sido contradictorio y errático; tras consultar con los generales decidió que no había más alternativa que continuar con la lucha militar. También determinó que nada se ganaba con detener a los capos —se genera más violencia— por lo que ese no sería ya el objetivo, y que, de hecho había concluido la guerra contra el narco. Pero entonces, ¿para qué la nueva Guardia Nacional? Para seguir combatiendo al narco, se dijo, aunque en realidad se le ha destinado esencialmente a detener migrantes. E igualmente, ¿para qué entonces la detención de Ovidio Guzmán? Para cumplir una petición (o exigencia) de Washington.

Estados Unidos ya respingó sobre la continuación de la política de “abrazos, no balazos”. Y el subsecretario de Estado para seguridad, Richard Glenn, solicitó al gobierno mexicano que explique cuál es su estrategia (si es que hay alguna, dirían otros). AMLO lo tomó como una injerencia contra nuestra soberanía (y ¿no la hubo en materia migratoria?).

El discurso oficial resulta contradictorio y errático en este tema; mentiras, correcciones, varias versiones, cambio de señales y de reglas a mitad del juego. En ese sentido, es preocupante la declaración de AMLO de que él no estaba enterado del operativo de Culiacán. Más bien se puede interpretar eso como el viejo truco de lavarse las manos cuando las cosas salen mal, dejando toda la responsabilidad en los subordinados. En el operativo se dejó entrever el desconocimiento del nuevo gobierno sobre un tema tan complejo como la seguridad. Pero suponiendo que en efecto AMLO no supiera del operativo, pues también sería grave que en asuntos de tan alto impacto y riesgo simplemente dejara todo a otros, al grado incluso de continuar con su itinerario a Oaxaca para ser vitoreado por escolares en lugar de estar atento al operativo.

Y desde luego, esto exhibió con claridad la irresponsabilidad que implica desplazarse en aviones comerciales, quedándose incomunicado y sin posibilidad de modificar su ruta en casos de emergencia. La ganancia política y simbólica de viajar como cualquier otro ciudadano —tomándose selfies mientras hace espera el vuelo— es para él más importante que asumir plenamente la responsabilidad de un jefe de Estado. Es la campaña permanente para favorecer el crecimiento y continuidad de Morena. Convendría ya utilizar aviones militares con plena comunicación permanente para mantenerse enterado y tomar decisiones. Pero al parecer no habrá corrección. Existe pues la impresión de que se están dando palos de ciego en este (y otros) temas, lo cual incrementa —en lugar de despejar— la incertidumbre sobre qué puede esperarse de este gobierno. Y eso no ayuda en nada al país.

Profesor afiliado del CIDE. @JACrespo1

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