López Obrador se quejó durante años que los gobiernos del PRI y el PAN, en los casos de corrupción que llegaban a castigar (pues muchos quedaban impunes), decidían penalizar a funcionarios menores (chivos expiatorios), sin llegar nunca hasta arriba (los responsables de las instituciones u organismos corruptos). Es exactamente lo mismo que ha hecho en su gobierno en varios casos, y ahora repite la fórmula en torno a Segalmex. No responsabiliza de ello al director que él puso, Ignacio Ovalle, con larga trayectoria política y administrativa en el PRI desde Luis Echeverría, pasando por varios gobiernos neoliberales. Dice AMLO que Ovalle no es responsable de los 15 mil millones faltantes, sino que eso lo hicieron algunos priistas (por tanto, corruptos) que contrató Ovalle, engañándolo. Podría decirse que –según el Presidente– esos pillos aprovecharon la inexperiencia política y novatez de su amigo Ignacio, para meterse en esa institución y saquearla sin que su jefe tuviera la menor idea de lo que estaba pasando.
Bueno, lo que debe señalarse en primer término es que esos priistas, al formar parte de un gobierno morenista, han dejado de ser priistas para ponerse la camiseta guinda. De ahí viene la mayoría de obradoristas distinguidos. Si pretendiéramos hacer la lista no habría espacio, pero desde luego destacan el propio Ovalle, Bartlett (el personaje más emblemático de la “4T”), Ebrard, Monreal y el propio López Obrador, entre muchos otros. Los corruptos de Segalmex ya no son estrictamente priistas; lo fueron, pero ahora son morenistas. Desde luego, para justificar su salto al nuevo partido, esos personajes (y algunos del PAN, por cierto) dicen haber encontrado la luz en su respectivo camino de Damasco (de Tabasco, en realidad), descubriendo la verdadera senda de la salvación (personal y nacional). Pero a la mera hora, como de sobra lo hemos visto, se comportan exactamente igual que antes.
El propio López Obrador no salió del PRI por razones ideológicas, como presume. Cuenta Graco Ramírez que cuando a fines de 1988 llegó el momento de competir para la gubernatura de Tabasco, Cuauhtémoc Cárdenas le sugirió que él fuera el candidato del aún FDN, pero él se negó pues pensaba escalar en Morelos, donde ya vivía. Ante lo cual, Enrique González Pedrero le recomendó invitar a un joven impulsivo que había trabajado en su campaña: Andrés Manuel. Y es que en esos momentos el PRI le había negado ser candidato a la alcaldía de su natal Nacajuca. Graco le ofreció la candidatura del FDN al gobierno de Tabasco, pero AMLO se negó en un principio, aduciendo que pese al rechazo de su partido, el PRI tenía todavía todo para seguir dominando el escenario político, en tanto que el FDN se veía como una frágil esperanza a futuro. Es decir, apeló a razones de oportunismo político, no ideológicas. Semanas después AMLO buscó a Graco y le dijo que lo había pensado bien, pues sus expectativas de ascenso en el PRI eran pocas. Así pues decidió dar el salto, pero no por su presunta oposición al neoliberalismo, en el que tuvo la intención de permanecer como priista, si le daban lo que buscaba.
Por lo cual AMLO no tiene pruritos con expriistas que desean saltar a Morena: lo demostró en 2016, cuando un priista, Evaristo Hernández Cruz, acusado por AMLO de corrupto, perdió su elección a alcalde de Villahermosa y tocó la puerta a Morena. AMLO, pese a su denuncia de corrupción, le abrió los brazos, bajo el siguiente argumento: “(Hernández Cruz) Ha tomado la decisión de sumarse a esta lucha y eso lo exonera. Todo el que está en el PRI y decide pasarse a Morena… nosotros pensamos que se le debe de perdonar… Al momento en que se sale del PRI, se limpió”. Evidentemente, dicha limpieza es de dientes para afuera, pues los priistas una vez ubicados en Morena, continúan con sus modus operandi de siempre. Quizá este caso de Segalmex le haga ver a AMLO que su apreciación de 2016 sobre la purificación de los priistas neomorenistas, estaba un poco errada.
Analista político. @JACrespo1