La detención del general Salvador Cienfuegos por narcotráfico es un nuevo golpe a Enrique Peña Nieto pues, como se ha dicho, si sabía de ese vínculo era cómplice, y si no, pues es grave que no tuviera elementos para saber lo que pasaba en su gobierno. Desde luego, a Peña probablemente no le preocupa su ya muy deteriorada imagen, sino preservar su impunidad. Y esto puede generar una nueva presión en sentido contrario. Pero esta detención también le complica las cosas a AMLO en varios sentidos.
A) Compromete su pacto de impunidad con Peña Nieto, pues la presión para llamarlo a cuentas en efecto cobrará fuerza. El problema es que probablemente Peña cuenta con más videos comprometedores, como los de su hermano Pío, que podría seguir exhibiendo si se siente amenazado. De ahí la declaración de AMLO de que Peña no necesariamente sabía de todas las fechorías que ocurrían bajo su gobierno.
B) En el caso de García Luna, AMLO no respetó la presunción de inocencia ni la de Felipe Calderón, dando por hecho que entonces hubo un narco-gobierno, y exigió que todo colaborador de el ex secretario que continuara en este gobierno fuera removido. Ahora en cambio, pide no hacer juicios sumarios –como los que él hace diariamente en sus mañaneras, y advierte que esperará a que se demuestre la culpabilidad de Cienfuegos antes de hacer una remoción de quienes habiendo sido cercanos al general, tienen hoy cargos importantes. Así debe ser, pero no lo hizo en el caso de García Luna.
C) Cae por su propio peso la premisa de que el Ejército era incorruptible ante el narco, o al menos mucho más inmune. Premisa que sirvió a AMLO para deshacerse de la Policía Federal y volver a confiar la seguridad al Ejército (lo que criticó duramente mientras estuvo en la oposición). Y peor aún, ampliar las funciones de los militares justo porque no se corrompen (pese a evidencias en otros temas de que eso no era así). López Obrador ha empezado a hacer complicadas maromas para preservar esa política de militarización, como señalar que Cienfuegos u algunos otros oficiales que hubieran sido sus cómplices, no son el Ejército mismo. Pero resulta que estamos ante una grave crisis institucional, y no algo circunstancial. Y desde luego, el presidente desvía la gravedad del asunto señalando que todo eso era propio del neoliberalismo, y que eso ya terminó a partir de 2018. No es así, la corrupción y la violencia del narcotráfico no son una característica del neoliberalismo, sino que han estado presentes antes de ese modelo y lo seguirán estando después. Que el secretario de la Defensa haya protegido directamente a los capos (o alguno en particular) revela no la decadencia del neoliberalismo, sino una crisis del Estado Mexicano, que trasciende partidos y gobiernos en particular. Y desde luego, se confirma que el esquema prohibicionista y policial impuesto por EEUU no ha servido ni servirá. En cambio, México se aproxima más a un Estado fallido.
D) Que el gobierno mexicano tenga que esperar a las investigaciones hechas en Estados Unidos para enterarse de la corrupción de sus oficiales responde al hecho de que el Ejército goza de gran autonomía. Se investiga a sí mismo, y en su caso se exonera a sí mismo. Dicha autonomía fue la moneda de cambio cuando desde 1946 se le retiró de la política partidista y la lucha directa por el poder, a cambio de poder hacer y deshacer sin mayor injerencia del poder civil. México es uno de los pocos países donde todavía la secretaría de Defensa está dirigida por militares y no un cuerpo de civiles. Es un modelo obsoleto que lo exime de una genuina rendición de cuentas y mayor vigilancia externa. La detención de Cienfuegos (si se comprueba su culpabilidad) debiera ser un detonador para plantearnos seriamente una revisión de fondo de las Fuerzas Armadas, y no sólo motivo para seguir haciendo propaganda política contra los gobiernos anteriores y el neoliberalismo. Pero probablemente AMLO se quedará sólo en lo segundo.
Profesor afiliado del CIDE.
@JACrespo1