A fines de 2021, Guadalupe Acosta Naranjo me invitó a formar parte de un organismo cívico (que después fue nombrado Frente Cívico Nacional), con el propósito específico de convencer a los partidos opositores de incorporar alguna forma de participación directa de la ciudadanía en la definición de su candidato presidencial. Me pareció una gran idea pues podría generar fuerte interés en el proceso opositor así como inyectar gran legitimidad en el aspirante que resultara ganador. Pero se veía muy difícil pues suponíamos —correctamente— que los partidos rechazarían la propuesta pues, entre otras razones, implicaba quitarles nada menos que la decisión de su abanderado.
Pese a lo cual, los organismos cívicos congregados en Unid@s se dieron a la tarea de diseñar un método de selección para presentarlo a los partidos e intentar un acuerdo entre todos. La propuesta de los partidos era que cada partido presentara un hombre y una mujer, y dos de los organismos cívicos. Serían electos por asambleas mixtas (ciudadanos y militantes partidarios) tipo caucus.
Finalmente, tras mucho jaloneo e incluso un tono elevado, los partidos aceptaron a regañadientes combinar una primaria directa con encuestas para equilibrar la decisión ciudadana. Pese a ser suprimida la primaria, ese método tuvo efectos importantes, pues fue determinante para que Xóchitl Gálvez se decidiera a levantar la mano en la contienda presidencial. Ella buscaba la capital, pero decía que no estaba segura de ser la candidata por el PAN, pues sentía que no era la favorita de la dirigencia (y ahí no se planteaba un proceso abierto).
Cuando se aceptó la primaria en el método para la candidatura presidencial, me topé con ella y le comenté que paradójicamente podría más fácilmente ser electa como candidata presidencial que en la contienda capitalina, pues sería la ciudadanía, y no las cúpulas, las que tomarían esa decisión. Y así fue.
De pronto, tras la primera encuesta formal, la otra finalista, Beatriz Paredes, fue presionada por los distintos partidos a declinar anticipadamente. Beatriz quería terminar y Xóchitl también consideró que convenía culminar el proceso, pues ello cerraría un círculo con broche de oro que brindaría mayor legitimidad democrática al ejercicio. Pero los partidos se impusieron y la consulta directa se canceló.
Fue una decisión aparentemente irracional (que no consultaron con los organismos cívicos), pues todo estaba listo y en principio no habría mayor problema. Por lo cual, han surgido múltiples hipótesis sobre cuál fue la verdadera razón de esa decisión. Costos económicos, amenazas de violencia, negociaciones cupulares entre los partidos, posible baja participación en la consulta, el desprecio de los partidos por las primarias, pues sentarían un precedente difícil de revertir, etc. Pero no hubo una explicación oficial ni la habrá.
Muchos comunicadores y opinadores (incluso no obradoristas) descalificaron del todo el ejercicio, lo cual es un exceso. No valoran que pese a la cancelación de la primaria, arrojó un saldo claramente positivo del ejercicio para los propósitos planteados originalmente.
Sin ese método, simple y sencillamente Xóchitl Gálvez no hubiera figurado. El ánimo derrotista del Frente se tornó en uno de ánimo, se jalaron los reflectores, la competencia real con Morena e incluso un eventual triunfo se ve ahora como posible (aunque aún son muchos los retos por venir). Pero tampoco conviene hacer la vista gorda de los problemas que surgieron, sino aprender de los errores para mejorar futuros ejercicios. La lucha ciudadana frente a la hegemonía partidocrática tiene mucho por delante.