Muchos disidentes, inconformes, críticos y opositores de López Obrador coinciden en algo; prefieren que Morena pierda la elección de 2024, pues consideran que eso implicaría seguir para abajo (en su perspectiva, desde luego, pues otros nos ven ya cercanos a Noruega). De ahí que haya ya varias reuniones entre grupos, partidos y organizaciones cívicas buscando empujar una gran coalición para ese año, que pueda ganarle a Morena. Difícil escenario, pero ese es el propósito de tales pláticas. Movimiento Ciudadano al parecer prefiere ir nuevamente por su cuenta.
Calculando a simple vista, es probable que el candidato o la candidata de Morena pudiera obtener entre 35 y 40 % del voto (no veo que pueda ser mucho más). Y habría 60 % de voto opositor. Pero si como muchas veces ha ocurrido, ese voto mayoritario se fragmenta entre varios candidatos, Morena resulta ganador como sea. Ese es, hoy por hoy, el escenario más probable. De ahí las reuniones y pláticas de partidos, políticos, académicos, empresarios y grupos de la sociedad civil que buscan crear un escenario alternativo donde Morena sí pueda ser derrotado. El sábado se fundó el Frente Cívico Nacional, que propone un nuevo programa de cambio, pero gradual, reformista, sensato, factible, planeado, que oscile entre el centro izquierda y el centro-liberal. Eso, en pláticas y conversaciones con los partidos que quieran sumarse (pues no se trata de un nuevo partido).
Estratégicamente se buscaría con el mayor número de partidos posible un gobierno de coalición en el que, dependiendo de diversas variables, los distintos cargos sean ocupados por los componentes de dichos partidos. Hasta ahí no hay gran novedad. La gran dificultad surgirá al nombrar al candidato común de dicha coalición. El partido más grande y con más intenciones de voto insistirá en que tiene derecho a nombrar al candidato. Eso en sí mismo puede deshacer el esfuerzo de coalición. E incluso si la coalición prevalece, es posible que, en tal caso, los militantes y simpatizantes de otros partidos, voten por sus partidos para las elecciones legislativas, pero por otro candidato para la presidencial. Es lo que ocurrió en 2018. El PAN puso al candidato (en condiciones que dividió a ese partido). Y ocurrió lo previsible (y así se los dije): el 50% de perredistas votaron por su partido para el Congreso, pero en la presidencial lo hicieron por AMLO o “El Bronco” (dos terceras partes del voto diferenciado fue para AMLO y una tercera parte al Bronco). Lo mismo ocurrió con MC; 70% de sus electores votaron por ese partido en la legislativa, pero no por Ricardo Anaya en la presidencial.
¿Cómo fomentar el voto unificado de los opositores de Morena (el “voto útil”)? La estrategia sería organizar una elección primaria al estilo norteamericano (Uruguay también tiene), para que sea la ciudadanía la que directamente elija al candidato de la coalición opositora. Se presentaría un número manejable de precandidatos (a partir de ciertos criterios), y los electores podrían emitir su voto por cualquiera de ellos (podría participar el INE, que sigue siendo confiable a la oposición). El ganador tendría una gran legitimidad por haber sido designado por millones de ciudadanos frente al abanderado de Morena, producto de un dedazo disfrazado de encuesta opaca e incierta. Los electores opositores no conformes con el candidato así emergido, tendrían la opción de no votar o hacerlo por Morena. Pero aquellos que quieran emitir un voto útil, es decir, cuya prioridad sea que Morena no siga de 2024-2030, tendrían sólo la opción de votar por el candidato opositor emitido de la primaria. Desde luego, que grupos, organizaciones, partidos y candidatos se pongan de acuerdo en ello implica gran dificultad, pero la opción está ahí. Vale la pena intentarla. Los detalles se irían afinando conforme la propuesta avanzara, si es el caso. Pero es la mejor sin duda la mejor estrategia para derrotar a Morena. Y seguramente, AMLO y su partido lo verán como parte de un “golpe blando”, aunque se apegue estrictamente a las reglas democráticas.
Exprofesor del CIDE.
@JACrespo1