Algo que al parecer el presidente y sus devotos no han logrado entender —y probablemente no lo hagan ya—, es la diferencia entre metas y métodos, fines y medios, los qués y los cómos. De tal manera que probablemente la gran mayoría de mexicanos (hayan votado por AMLO o no), estemos de acuerdo con el grueso de las propuestas del proyecto obradorista; crecer al 4%, distribuir mejor el ingreso, abatir la pobreza, fortalecer la democracia, incrementar el bienestar social, lograr seguridad, erradicar la corrupción, tener un sistema noruego de salud y de educación, mejorar el medio ambiente.
Pero sabemos que no basta con expresar el propósito de conseguir tales metas para que éstas se logren; eso es lo que llamamos voluntarismo, y al parecer es algo en lo que el presidente cree firmemente. Si los medios elegidos no son los adecuados (racionales, diría Weber) no sólo no se conseguirán las metas proyectadas, sino que incluso serán contraproducentes. Se puede entonces estar de acuerdo con los fines pero no con los medios, y la crítica tiende a centrarse en los segundos. Es una polémica más técnica que ideológica.
Pero como AMLO y los suyos no lo entienden, entonces a quien critica algún medio adoptado a partir de su experiencia o conocimiento, se le responde que en realidad lo que quiere es impedir el fin en cuestión. A falta de argumentos racionales, sobrevienen descalificaciones ad hominem, epítetos, acusaciones e insultos. Así, si se critica la forma de aplicar un programa social, es que no se quiere que se ayude a los sectores humildes; si propone ayuda a los empleadores durante la crisis para evitar que despidan a sus empleados, es que se está promoviendo un nuevo Fobaproa; si se pone en duda la forma de encarar la pandemia, es que se desea que haya el mayor número de muertos posible; si se critica la política energética por considerar que arrojará un saldo negativo y contaminará el medio ambiente, es que se desea entregar la soberanía nacional a las empresas extranjeras en condiciones leoninas.
De ahí que, en la rudimentaria óptica del obradorismo, no pueden haber críticos de AMLO por razones técnicas; es decir, por no estar de acuerdo con los medios que elige, pese a avalar todos o al menos muchos de sus fines programáticos. De ahí infieren los obradoristas que los críticos al gobierno no lo son porque consideren (con o sin razón) que se está dañando al país (en materia de empleo, economía, seguridad, energía, medio ambiente, educación, ciencia, u otros temas). No, si disienten es porque antes robaban y quieren seguir haciéndolo, porque perderán sus grandes privilegios, porque no quieren que el país progrese sino que se hunda. Incluso, quienes han pertenecido a la izquierda y hayan acompañado al movimiento obradorista, pero ahora no están de acuerdo en cómo se están haciendo algunas cosas, en realidad siempre fueron de derecha pero fingían, conservadores habilitados como caballos de Troya, o ya fueron corrompidos por los grandes empresarios, o bien trabajan para la CIA. Simplemente no se acepta, ni de casualidad, que genuinamente puedan estar de acuerdo con el proyecto en general, pero no sobre la forma en cómo concretarlo. AMLO pide definiciones; me pronuncio pues por la mayoría de sus metas declaradas, pero difiero en muchos de los medios aplicados para alcanzarlas. Estoy por una transformación basada en medios racionales, legales, científicos y técnicos, no en el voluntarismo, los “detentes”, las consultas manipuladas, el trapiche y la historia maniquea. La realidad es pues bastante más compleja que simplemente sí o no, blanco o negro, héroes o villanos.
Profesor afiliado del CIDE. @JACrespo1