López Obrador ha dicho desde hace tiempo que la mejor política exterior es la política interior, lo que refleja que en realidad no tenía claro qué tipo de política exterior podría desplegar. Y en efecto, en términos generales no la ha habido; sólo ha respondido a los reclamos o exigencias de Estados Unidos, en particular a la amenaza de Trump para destinar parte de la Guardia Nacional a cuidar las fronteras y frenar la migración centroamericana, de lo cual hace poco Trump se burló (pese a que Amlo le había dado las gracias en Washington por el “buen trato” que el populista norteamericano había prodigado a los mexicanos).
Pero si hay algo que pueda denominarse política exterior en este gobierno, es la ayuda y complacencia hacia los gobiernos miembros del Foro de Sao Paulo. Tal disposición ha sido explicada por Amlo a partir de principios de la política exterior mexicana; la Doctrina Estrada, la búsqueda de la paz entre los países, la fraternidad universal y el respeto a los derechos humanos. Pero, como en todo, cambia los principios según convenga.
En realidad, esa parte de su política exterior surge del propio Foro de Sao Paulo, que además de presentar una agenda de política interna, también lo hace en materia de política exterior. Pide a los partidos que alcancen el poder dos cosas en general: ayudar, en la medida de lo posible, a otros gobiernos bolivarianos en lo que requieran. Ofrecer refugio por ejemplo a Evo Morales, o contratar médicos cubanos cuyo pago en su mayoría irá a dar al gobierno cubano (siendo considerado por la ONU, la Unión Europea y varios organismos internacionales de derechos humanos como “trata de personas”). También plantea el Foro considerar como principal enemigo a Estados Unidos, defensor y promotor del imperialismo y del neoliberalismo, modelo que es el foco de ataque de la ideología bolivariana.
Dice el documento “Consenso de Nuestra América” (2017): “Nuestro objetivo es construir una correlación de fuerzas a favor del campo democrático popular para continuar avanzando contra el capitalismo salvaje y hacia un horizonte socialista”. Por lo cual, “Pese a la arremetida imperial, el mundo unipolar surgido tras el colapso del llamado campo socialista europeo y sustentado en el poder hegemónico de EUA, ha disminuido… El enorme avance de China y Rusia, el cambio a favor de la izquierda y las fuerzas progresistas en América Latina y el Caribe, y el empantanamiento de EUA en sus guerras de conquista, fueron creando un mundo crecientemente multipolar, en el cual los poderes tradicionales ya no lo deciden todo”. China y Rusia como soportes latinoamericanos frente a Estados Unidos. De ahí seguramente el apoyo real (aunque disimulado) de Amlo a Rusia frente a Ucrania.
En ese documento, el Foro pide a sus miembros cerrar filas con aquellos países que son hostilizados por Estados Unidos y los gobiernos conservadores; desde luego Cuba, pero también Venezuela y Nicaragua. Y es lo que en cierta medida ha hecho el gobierno mexicano, al no firmar protestas por la violación a los derechos humanos en Venezuela, al reconocer la dudosa elección de Bolivia donde Evo Morales se proclamó ganador en 2019 (y detonó un movimiento social que lo derrumbó), o bien mostrando reticencia a desconocer las elecciones de Nicaragua (aunque al final se sumó al resto del subcontinente por lo obvio y burdo de la imposición de Daniel Ortega). No debe pues extrañar el esfuerzo de Amlo para que se invite a la Cumbre de las Américas a Cuba, Venezuela y Nicaragua, subordinando el interés mexicano al de esas dictaduras.
A ver qué decide Biden, pues este reto puede debilitarlo electoralmente más de lo que ya está. Como sea, contrariamente a lo que sostenían diversos analistas en 2018 (incluso no obradoristas), Amlo sí está siguiendo en lo posible las directrices, externas e internas, del Foro paulino, proclamándose como “Hermano mayor” de los países bolivarianos y centroamericanos. A ver hasta dónde llega.