La mayoría de obradoristas que leo o conozco están seguros de que su partido ganará en 2024, con cualquier candidato que decida López Obrador. En cambio, entre los no obradoristas los momios varían mucho; los hay que están seguros de que Morena ya ganó; del lado opuesto muchos creen sinceramente que la oposición triunfará por como van las cosas, es decir, en picada. Yo me encuentro todavía en el terreno de la incertidumbre; no descarto que la oposición pueda ganar, pero no lo veo nada sencillo. Y en todo caso, eso dependerá de muchas variables que no han sido despejadas.
Veo por otro lado problemas crecientes en Morena, pero aún con el empuje que tiende a darle la victoria. Es decir, hoy por hoy percibo una especie de “empate técnico” que tendrá que irse deslindando conforme pase el tiempo. Veamos algunas de las variables pertinentes.
Nadie niega que AMLO sigue teniendo una elevada popularidad que provoca triunfalismo en sus partidarios. Pero la popularidad no es lo mismo que los votos, que son los que cuentan. Zedillo, Fox y Calderón tenían alta aprobación en la elección intermedia, pero sus partidos cayeron fuertemente. Hoy las encuestas ponen entre 60 y 70 % arriba a AMLO, pero en la elección federal de 2021 Morena apenas obtuvo el 18 % del voto de ese mismo universo. Y tomando en cuenta sólo a quienes asistieron a las urnas, Morena y sus satélites captaron 48 % del voto efectivo, en tanto que la oposición, el 52 %.
Incluso, recordemos que el monumental triunfo de AMLO en 2018 fue de 53 %; impresionante sin duda, pero representa poco más de la mitad. Por diversas razones, yo calculo que el candidato de Morena obtendrá en 2024 alrededor del 40 % del voto (puntos más o menos). Lo cual implica el riesgo de perder si la oposición logra presentar un solo candidato. Eso no es fácil, pero tampoco imposible.
En Coahuila es casi seguro que el PRI ganará, pero no está claro en el Estado de México, que puede ser un elemento clave para incidir en 2024. En Edomex puede repetirse el fenómeno nacional de 2018 y el de 22 estados; hartazgo hacia el PRI y el PAN , y la esperanza de que un nuevo PRI disfrazado de guinda transforme las cosas para bien. Además, al electorado no parece importarle que la candidata morenista y eventual gobernadora sea una delincuente electoral. No hay que olvidar tampoco los programas sociales utilizados con fines electorales, como lo hacía el PRI, como lo criticaba AMLO y como ahora lo reconoce sin ambages. Además está el uso burdo del dinero público, como ya se percibe.
¿Qué tiene la oposición a su favor, como para poder ganar? No mucho; está disgregada, distraída, desorganizada, sin prospectos claros, sin proyecto de gobierno. Pero tiene a su favor los tropiezos y derrotas que está sufriendo AMLO y su partido; desgaste de gobierno, promesas incumplidas, ley constitucional electoral rechazada; presidenta de la Suprema Corte no alineada; enésimo accidente en el metro que daña a la candidata favorita de Morena; la economía puede jugar un papel en contra de Morena, si bien los especialistas no están totalmente de acuerdo. La campaña de odio de AMLO puede cerrar filas en sus devotos, pero aleja a los sectores que son vilipendiados todos los días. Se calcula el voto duro de Morena en 20 % y otro tanto para la oposición. El restante 60 % es de apartidistas, independientes e indecisos, la mitad de los cuales siguen valorando a AMLO (pero pueden cambiar).
La variable clave para la oposición es su capacidad para formar un solo bloque con un candidato elegido con participación ciudadana (pues si es producto de un acuerdo cupular, su derrota estará asegurada). Falta por ver lo que decida MC, que puede fungir como fulcro de la balanza. PRI, PAN, PRD y sociedad civil organizada deben dialogar con ese partido en términos racionales y civilizados para encontrar una fórmula que favorezca a todos. Si gana Morena, todos los demás pierden. Es pues la candidatura única de oposición, la variable clave para decidir el 2024.