Buena parte del discurso de campaña de AMLO consistió en ensalzar el nivel de vida de los países escandinavos, ofreciendo que al término de su gobierno tendríamos un sistema de salud, educativo y de pensiones equivalentes a lo que hay en esas naciones. Pero de forma contradictoria, en el discurso alababa personajes que representan justo lo contrario; Chávez, Castro, el Che Guevara. Representan modelos contradictorios. Remontémonos al debate a principios del siglo XX entre marxistas ortodoxos (y leninistas), del otro lado, socialdemócratas que surgieron del marxismo pero lo revisaron a tal grado que resultó algo muy distinto; aceptaban la competencia y la propiedad privada, pero regulados por el Estado, y sobre todo reivindicaban la “democracia burguesa” frente a la “dictadura del proletariado”, que daba lugar a una dictadura. Si se buscaba aproximarse a un estado con baja corrupción, sin impunidad, con derechos humanos y libertades básicas garantizados, así como acceso universal a un sistema de salud, educativo y de pensiones de calidad, pues su modelo socialdemócrata era el camino. El principal pensador de esa corriente fue el alemán Eduard Bernstein. Decían éstos en cambio que el modelo marxista llevaría inevitablemente a dictaduras represivas, donde se violaran y acotaran las libertades básicas, y que sin propiedad privada de los medios de producción eso terminaría en un desastre, aún con pobreza y desigualdad.
En ese momento, no era posible constatar cuál modelo sería más eficaz. Pero al paso del siglo XX, se tenían ya los resultados de uno y otro modelo; en el marxismo surgieron en efecto férreas y represivas dictaduras (Stalin, Mao, Pol Pot, Kim il Jung, Fidel Castro), con bajos avances económicos y poco desarrollo social (cuando cayó el Muro de Merlín, quedaron muchos países empobrecidos; ya no se diga Cuba). En cambio, en los países escandinavos, que siguieron esencialmente el modelo socialdemócrata, así como países como Nueva Zelanda, Alemania y Canadá, los niveles de distribución del ingreso, niveles de vida, educación, salud y pensiones, además de baja corrupción y respeto a las libertades individuales, la distancia es brutal.
Y sin embargo, y pese a la caída del Muro de Berlín, sigue habiendo grupos y partidos inspirados aún en el marxismo, y que desprecian a la socialdemocracia como “el centro es la derecha”, o comparsas del capitalismo, pese a sus espectaculares resultados. Y eso predomina en América Latina. No sorprende que ahí haya surgido un culto ciego a la dictadura cubana, y el intento por reproducir el modelo.
El Foro de Sao Paulo, surgido en 1990 a instancia de Fidel Castro en mancuerna con Lula de Silva, recoge y adecúa a las nuevas condiciones la esencia del marxismo; ¿cuál es su directriz esencial? Dada la dificultad de reproducir una revolución social, impúlsese la democracia liberal (llamada aún “burguesa”) para conquistar pacíficamente el poder. Pero dado que esa democracia beneficia a las oligarcas que se opondrán al proyecto de cambio profundo (revolución bolivariana, la Cuarta Transformación ), es menester irla debilitando y eventualmente desmantelarla. La sustituirá una “democracia popular” consistente en centralizar el poder en el Caudillo, quien tomará las decisiones siguiendo la “voluntad del pueblo”, sin intermediarios, que él interpretará. A eso le llamamos “autocracia populista”. En eso tuvieron éxito Venezuela y Nicaragua, a Evo se le rompió la cuerda igual que a Castillo. En otros países no ha sido tan fácil, o bien sus dirigentes, pese a pertenecer al Foro de Sao Paulo, se sienten más cercanos a la democracia social.
Pero es claro que AMLO va por la vía dura de ese proyecto. Basta ver su ataque sistemático a pesos y contrapesos, sea para controlarlos o desaparecerlos. No lo ha logrado mucho, justo por la fuerza relativa de la democracia levantada en treinta años. Pero seguirá en ese empeño. Esperemos que la democracia resista el embate bolivariano.
Analista. @JACrespo1