Antes de la elección, cuando ya muchos opositores y disidentes del gobierno morenista hablaban de que ya vivíamos en una dictadura, yo escribí en estas páginas que no, pero adelanté:
“Señales en ese sentido las hay por todos lados para quien las quiera ver. Este gobierno ha seguido en lo posible la directriz autocrática del Foro de Sao Paulo al que pertenece… Se trata de, en lo posible, eliminar, debilitar o controlar todo contrapeso institucional, para concentrar el poder y así llevar a cabo ‘sin estorbos’ su pretendida utopía social.
Y es que en ese Foro tienen un concepto distinto de democracia; a la democracia liberal ("burguesa") la descalifican como un sistema de privilegios. La democracia que buscan es ‘popular’, donde el poder se concentra en el representante único del pueblo, en cuyo nombre toma todas las decisiones sin contrapesos” (“México, ¿una dictadura?” 22/V/24).
Y en efecto, desde la elección para acá la distancia con las dictaduras bolivarianas se va acortando, por el simple hecho de que, con ayuda de una elección de Estado (que por definición es antidemocrática), el morenismo tiene ya todo lo necesario para, ahora sí, avanzar con rapidez por esa ruta.
No sé hasta dónde quieran o puedan llegar, pero el camino que han decidido tomar es ese. Para empezar, la mayoría calificada (que el TEPJF les regaló violando la Constitución) es ya un rasgo de autoritarismo, pues le da al partido oficial la herramienta para cambiar las leyes a modo, dandole una enorme ventaja frente a la oposición. Y le permitirá subordinar o eliminar los contrapesos propios de la democracia.
Y entonces sí, Morena se consolidará como un partido de Estado, que por definición es autocrático, pues justo ahí no existe la separación entre partido y Estado, de modo que el primero cuenta con todos los recursos estatales, tanto para competir electoralmente (como este año) como para hacer su santa voluntad (ya lo estamos viendo), justo lo que las democracias buscan impedir.
Este nuevo partido de Estado poco a poco va desmantelando a un lado lo que resta de la democracia para consolidar su autoritarismo, sino que ya va dando a la presidenta del INE (de su equipo) facultades que estaban en el Consejo General (más plural).
Pronto el INE irá dependiendo más del Ejecutivo y no dudaría que en algún momento las elecciones regresen a Gobernación (al menos se ahorraría dinero).
Una señal es que tras la elección, la secretaria de Gobernación, por encima de sus facultades, le dictó al INE y al TEPJF cómo deberían repartirse los diputados para que el partido ofiicial consiguiera la mayoría calificada que le permite cambiar la Constitución sin negociar con nadie.
Cosa que de inmediato fue obedecida por esas dos instituciones, nacidas de la democratización, y que ahora le dieron una puñalada por la espalda.
De modo que muy pronto, conforme se aprueben las reformas planeadas -y desacatando a la Corte- ya podremos decir sin tapujos que vivimos en un nuevo autoritarismo, muy parecido al PRI (pero con caudillos más que instituciones).
Esto recuerda lo que ocurrió en varios países del bloque soviético cuando se cayó la Unión Soviética. Varios miembros de los aún existentes partidos comunistas formaron uno nuevo con algunos cambios ideológicos, y se presentaron como algo novedoso y esperanzador. A su tiempo llegaron al poder, y desde ahí desmontaron nuevamente la democracia.
Es justo el caso de Morena; un priísmo restructurado pero menos institucional. Esto último garantizó la estabilidad política.
Se cumplió lo que dijimos en 2018:
1928: México pasa de un país de caudillos a otro de instituciones.
2018: México pasa de un país de instituciones a otro de caudillos.
En efecto, nos dirigimos a algo más cercano a las dictaduras caudillistas de los países bolivarianos. Esas que no respetan regla alguna y perduran por décadas aunque pierdan las elecciones.
Analista. @JACrespo1