El presidente frecuentemente señala que sus adversarios, críticos o instituciones que no se le pliegan no son demócratas, o sólo lo son cuando les conviene. Eso le aplica perfectamente a él. Cuento una anécdota personal al respecto: cuando AMLO era Jefe de Gobierno coincidí con él en la casa de una amistad común. Le pregunté si sometería a consulta ciudadana los “segundos pisos”, que ya estaban proyectados. Me respondió que no porque probablemente la perdería, y que no se trataba de eso. Como sabemos, la iniciativa la presentaron varios partidos y la consulta se realizó, y a diferencia de lo que AMLO había calculado, ganó el apoyo a los segundos pisos. Pero desde entonces me percaté de su grado de compromiso con la democracia participativa. La apoya en tanto calcule que su proyecto ganará. Y si no, busca otras alternativas (como con el NAIM y otros proyectos, sujetos a una consulta manipulada por su partido, o el Tren Maya que requirió el permiso de la “Madre Tierra”. Ahí no había pierde).
La desangelada consulta sobre quién sabe qué, se quiere presentar como un triunfo, pero Morena mismo se contradice al culpar al INE, siendo que en tal caso tendría que felicitarlo. No, no fue una victoria, salvo que se considere que el SÍ ganó con 97% frente al NO, que obtuvo 1.5%. Es decir, Morena sí le ganó ampliamente a la posición enarbolada por el presidente: la impunidad. Pero eso se ha tomado como un nuevo pretexto para continuar el embate contra el INE, cuya autonomía (como la de otras del mismo rango constitucional) es vista como un desafío al poder “revolucionario y transformador” que hoy gobierna; la autocrática consigna de que “el que no está conmigo está contra mí” no acepta autonomías, neutralidades o sanas distancias. Lo que no está bajo control presidencial pertenece a grupos de interés, élites rapaces, movimientos golpistas o es manipulado por la CIA. “No hay medias tintas”, ha dicho hasta el cansancio AMLO. Por lo cual también se impone la subyugación del TEJPJ, que venía jugando en la cancha presidencial hasta que poco antes de la elección de este año varios magistrados se rebelaron y decidieron recobrar su autonomía. Y el colmo, destituyeron como presidente al principal alfil de AMLO en esa institución, que actuaba bajo intimidación legal. Nuevo ejemplo de que este gobierno usa la ley para fines políticos. Ahora se intentará una reforma radical que desaloje a todos para nombrar otros a modo.
Otro golpe recibido por el gobierno es el aborto de la Ley Zaldívar. Por un lado, se debe haber evaluado el ambiente político que tras la elección no se ve favorable. Al no contar con la mayoría necesaria, AMLO y Zaldívar deben haber decidido arrojar la toalla. Zaldívar lo presenta como una decisión responsable de su parte en virtud de la inconstitucionalidad del transitorio. Que no lo haya hecho de inmediato permite inferir que él sí fue consultado y dio su visto bueno a esta intentona anticonstitucional. Pero se adelantó AMLO señalando la verdadera causa de esa derrota; no se lograron en la Corte los votos necesarios para aprobarla, y de ahí la furia presidencial contra esos ministros hijos del Antiguo Régimen. Nueva victoria democrática.
No olvidemos sin embargo que los legisladores de Morena nos dijeron con claridad que se vale violar la Constitución en aras de un “proyecto superior”, que es el suyo, lo que pone de manifiesto su desprecio por el Estado de Derecho. La democracia mexicana, maltrecha e incipiente —que no inició en 2018 sino en 1990—, ha recibido varios golpes, pero al mismo tiempo da la batalla y algunas de sus instituciones clave están resistiendo la embestida oficial. La oposición en el Congreso será clave en este proceso; si cede una parte sustancial de él, al grado de darle al gobierno la mayoría calificada, veremos una grave regresión política.
Profesor afiliado del CIDE.
@JACrespo1