López Obrador ha presumido que es el segundo presidente más popular en su país después del de India, y eso lo llena de satisfacción, así como a sus seguidores. Pero tengo la impresión de que suele dársele más importancia a los niveles de popularidad o aprobación a los gobernantes, de lo que amerita. La mayoría de los seguidores del gobernante en cuestión suelen asociar tal popularidad a dos cosas esenciales: A) Si somos mayoría, es que tenemos razón en nuestras apreciaciones y teorías sobre la realidad. No es así; ejemplos históricos sobran de que mucha gente, incluso mayorías abrumadoras, pueden estar equivocadas (de hecho, es más probable que minorías de expertos tengan una apreciación más aproximada de la realidad en sus respectivos temas). Así, cuando se discuten temas económicos, ecológicos, sanitarios o de seguridad, los obradoristas hoy en día suelen responder, “Sí, pero somos 80% (o 60 o algo así) los que creemos que las cosas son así o asá”, como si eso fuera garantía de tener razón.

B) También suele darse por sentado que si un presidente es popular o tiene alta aprobación es porque su desempeño es bueno. Que es popular justo porque ha cumplido lo prometido, ha tenido grandes logros en distintos temas, y la población lo premia por ello con una alta aprobación. Tampoco es el caso; la aprobación puede tener fuentes muy distintas. Es más, la elevada aprobación ni siquiera siempre se traduce en algo que sería esencial para los gobernantes respectivos; el voto por sus partidos y candidatos. Ernesto Zedillo había recuperado bastante popularidad a mitad de su sexenio tras la caída por el “error de diciembre” de 1994, y sin embargo su partido cayó al 39% de votación (la más baja de su historia hasta entonces), y perdió la mayoría absoluta y la capital de la República. Vaya resultados tan pobres. Fox también andaba por 60%, pero su partido sufrió en la elección intermedia un descalabro que le quitó varias diputaciones. Y algo parecido ocurrió con Calderón. Lo primero que viene a la mente es, ¿para qué tanta popularidad si no se va a traducir en votos para tu partido y candidatos, que es lo que más cuenta?

Así ocurrió también con AMLO este año; su popularidad por encima de 60%, pero solo 34% del voto de los electores para su partido. 26 puntos de diferencia. Pero es algo peor, pues ese 34% es de quienes asistieron a las urnas en 2021 (53%), lo que significa que de toda la población (que incluye al 60% de sus admiradores), sólo 18% de ciudadanos decidió ir a las urnas y votar por Morena. La distancia se agranda entre 60% de quienes aprueban al presidente y el 18% que tradujo ese respaldo en un voto para Morena. El restante 42% es aprobación ilusoria, simbólica, inasequible si no se traduce en lo que realmente importa.

Y es que hay distintos niveles de intensidad en la aprobación, así como razones para ello. Un ejemplo tomado de un sondeo en Twiter, que si bien no son representativos algo dicen (a veces dicen mucho). La pregunta a sus seguidores qué variable pesaba más en la aprobación que se le daba a AMLO de entre cuatro: a) Sus  buenas intenciones, B)  Me identifico con él; C) Sus buenos resultados y D), Aún tengo esperanza en que venga el cambio.  El resultado más bajo fue la identificación con el líder: 4% (quizá en otros estamentos podría ser mayor); en seguida vienen los buenos resultados: 11%. Se trata seguro de los más devotos que ven que las cosas van “Requetebién” a pesar de las evidencias; pero son 11 de 60%. Vienen después los que no han perdido la esperanza de que las cosas mejoren (25%); su respaldo es condicionado. Finalmente, el gran bloque es el de quienes le premian sus buenas intenciones, aunque estas (según se reconoce implícitamente) no hayan fructificado: 61%. Creen en su compromiso con los pobres, indígenas, desvalidos, etcétera. Y aunque no vean resultados, lo apoyan por que creen en sus ideales. Es lo contrario de lo que diría Maquiavelo: “Al Príncipe se le juzga por sus resultados, no por sus intenciones”. Se trata pues de una aprobación más bien etérea, y un tanto estéril.

Profesor afiliado del CIDE.
@JACrespo1

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