El fracaso de la estrategia de seguridad de AMLO podía ser vislumbrada desde que la diseñó tiempo antes de la elección de 2018. Eso lo abordé en el libro 2018; ¿AMLO presidente? (2017). El hoy presidente, cuando la marcha en CDMX contra la inseguridad en 2004, que él llamó ‘de los pirruris’, señaló: “Yo no creo que el problema de la inseguridad en el país se vaya a resolver con más policías, y con más cárceles, y con amenazas de mano dura, con más severidad en las penas. Yo creo que el problema de fondo tiene que ver con la pobreza, el desempleo, con la desintegración familiar”. Ante lo cual, observé: “El problema de un diagnóstico tan simple es que el remedio que se vislumbre y aplique seguramente pecará también de simplismo... de acuerdo con este modelo, (los jóvenes) en automático se alejarán de los cárteles del crimen, quedando éstos en total abandono por falta de mano de obra”.
“Así, una parte central del proyecto obradorista de seguridad es reducir la pobreza y el desempleo, fomentando especialmente el empleo y la educación entre los jóvenes (de modo que no caigan en la tentación de reclutarse como sicarios). El proyecto ‘Jóvenes construyendo el futuro’, implicaría ir casa por casa inscribiendo a los jóvenes, incorporándolos al trabajo y al estudio. En poco tiempo, dice AMLO ‘se atenderá a 2,600,000 muchachas y muchachos que actualmente no tienen oportunidades, que han sido excluidos y a quienes se les ha cancelado el futuro’. (2018; la salida. 2016). De esa forma serán alejados de incurrir en conductas antisociales”.
En efecto, en eso se ha basado su política de seguridad, pero las cosas no han cambiado significativamente. Los expertos señalaban desde entonces que la narcoviolencia tenía múltiples variables, y no sólo una. Por ejemplo, las elevadas ganancias que atraen incluso a quien tenga un nivel aceptable de vida (pues las ambiciones no tienen límite). De modo que señalé: “En tal caso, ¿cuánto tiempo habría de pasar para que la mejoría en esas condiciones se tradujera en el retorno a la seguridad y la tranquilidad, en del desplome de los cárteles del crimen o en la conversión moral de capos y sicarios? Seguramente esos resultados, casi milagrosos, no se dejarían sentir de inmediato” (2018; ¿AMLO presidente?).
Sobre la política de utilizar al Ejército, que tanto criticó en Calderón, escribí en ese mismo libro: “Paradójicamente fue AMLO quien propuso la estrategia general que después siguió Calderón; darle más poder al Ejército para operaciones antidrogas. Haría eso, explicó al embajador Tony Garza en enero de 2006, porque es la menos corrupta de las agencias mexicanas y puede ser más eficaz, y que ello requeriría una reforma constitucional (Wikileaks)”. También, desde 2016 AMLO había ofrecido: “Se analizará colegiadamente la pertinencia de crear una Guardia Nacional con el apoyo de los 220,000 soldados y 30,000 marinos que en la actualidad permanecen organizados bajo el mando de oficiales del Ejército y de la Marina” (2018, La salida, op.cit).
Poco después adelantaba: “(El Ejército) es un pueblo uniformado y no se puede utilizar para masacrar al pueblo. No se debe utilizar la fuerza, hay que hacer una convocatoria a la paz… porque duele mucho que asesinen soldados, pero también que se asesinen a civiles” (Abril/17); una Guardia Nacional que no confrontaría al crimen organizado. En cambio, convocaba al amor fraterno entre los mexicanos como vía de solución, ante lo cual escribí: “Una cosa es considerar que la estrategia de Calderón y esencialmente continuada por Peña Nieto no son las correctas, y otra distinta creer que la violencia puede eliminarse a partir de convocatorias morales y renunciando al uso de la fuerza por parte del Estado. Suena poco realista” (2018; ¿AMLO presidente?). Así parece.
Analista. @JACrespo1