Sigo pensando que es posible que la oposición gane la presidencia, al margen de quién gane la elección del Estado de México –que puede ser influyente, pero no determinante-. Pero eso no ocurrirá de manera automática sino bajo ciertas condiciones que no se ven fáciles de cumplir. Y es que, incluso si la preferencia electoral para el abanderado de Morena (quien sea) no llegue a ser superior al 50 %, si la oposición no toma las medidas adecuadas el candidato(a) oficial saldrá vencedor.
Y ahí flota en primer lugar la incógnita de qué hará Movimiento Ciudadano, que a partir de su estrategia se ha negado a sumarse a la alianza opositora.
De ir con candidato propio (como dicen que irán), podrían jalar suficiente votación como para facilitarle la victoria a Morena. Todo indica que, por diversas razones (las que sean), MC no se unirá a la alianza mientras ahí este presente el PRI. Podría quizá sumarse a dicha coalición con el PAN y el PRD, como en 2018, siempre y cuando quede fuera el tricolor. Y de ahí que, como lo han dejado ver, MC desea la derrota del PRI-PAN-PRD en el Estado de México.
Probablemente calculan (quizá con razón) que tras esa eventual derrota habría dos efectos potencialmente favorables para ellos; 1) El PRI iniciaría una debacle más aguda al perder su principal bastión, y muchos de sus aún militantes podrían emigrar a otros colores; varios con Morena seguramente, pero quizá muchos otros a MC (al menos eso es lo que calculan en MC); 2) Ante la derrota en Edomex, no se descarta que vengan roces entre PRI y PAN que podrían desembocar en una ruptura para el 2024.
En ese caso MC podría integrarse a una alianza con el PAN, si es que lo consideran conveniente (aunque no sin dificultad para ponerse de acuerdo sobre el candidato común). Y justo falta por ver si Marcelo abandona Morena y se va a MC, en cuyo caso el escenario sería muy distinto (pero eso también ayudaría a fragmentar el voto opositor, facilitando el triunfo de Morena).
Sin embargo, el tiro puede salirle por la culata a MC, pues buena parte del electorado anti-morenista —que es su potencial electorado— ha interpretado su proceder como una zancadilla pactada con AMLO, lo que lo ubicaría como un “caballo de Troya” guinda, un partido esquirol. Esa ha sido la reacción predominante entre los anti-morenistas. Y aunque no hubiera tal alianza oculta entre MC y Morena, en política, percepción es realidad. Como sea, el cálculo de MC es cómo mejorar su posición, no defender la democracia en México ante el actual embate de AMLO.
Por otro lado, la propuesta del PAN de poner como requisitos de registro de los precandidatos aliancistas a la presidencia recabar un millón de firmas suscitó —con toda razón— críticas y también sospechosismo. La alianza reducirá dramáticamente el monto de firmas a recabar, pero fue un error darlo a conocer públicamente (y antes de tiempo) sin haberlo pactado con los demás partidos y organismos aliados. Generó desde luego la idea de que se trata de un truco para garantizar el triunfo del candidato favorito de la dirigencia panista, al parecer Santiago Creel, dejando de lado a los demás dentro de ese partido.
En cuyo caso generaría un efecto parecido a la imposición sin contienda interna de Ricardo Anaya en 2018. Aún si ese no fuera el propósito, dejó la impresión de que en efecto hay intención de jugar chueco. Eso era evitable.
Y falta por precisar el método para seleccionar al candidato —de manera equitativa y confiable—, y si no se incorpora alguna forma de participación ciudadana directa, una primaria abierta —como proponen analistas, comentaristas, activistas e incluso muchos militantes de esos partidos—, se cometerá un error garrafal y quizá decisivo. La participación ciudadana podría inyectar un gran monto de legitimidad al candidato opositor, lo que podría ser determinante en el resultado final de esa difícil contienda.