Una de las simplificaciones declarativas más utilizadas por López Obrador y sus seguidores es la siguiente: la verdadera izquierda está con él, de manera incondicional porque sabe que no estamos viviendo un gobierno más, sino un cambio revolucionario (aunque pacífico). No hay lugar para matices, para reservas, para condicionamientos, para medias tintas. De modo tal que todo crítico en automático pasa a la derecha, ya sea que ésta lo haya comprado o bien que el sujeto (o sujeta) en cuestión engañaron por años, haciéndose pasar por izquierdistas sin serlo (quién sabe con qué propósito). Entre esos personajes hay muchos que siempre han sido de izquierda en efecto, pero no conciben el proyecto de izquierda tal y como lo está llevando López Obrador. Y es que no hay una sola izquierda; para empezar podríamos hablar de izquierda revolucionaria y otra reformista; izquierda radical y moderada, autoritaria y democrática, marxista y socialdemócrata, etc.
Así pues, un socialdemócrata que militó en varios partidos de izquierda, José Woldenberg (EL UNIVERSAL, 9/II/22), hace un llamado a muchos de sus excompañeros que siguen en las filas del obradorismo haciéndoles ver que lo que está pasando, lo que hace AMLO, no era parte de su proyecto original, de una izquierda progresista, moderna, democrática. Muchos de tales izquierdistas apoyaron a AMLO (primero a Cárdenas) hasta su triunfo. Otros pocos, visualizando cómo se veían las cosas, se retiraron desde antes (yo). Pero muchos de quienes por él votaron poco a poco se han ido retirando con críticas como fundamento. El fenómeno sigue ocurriendo. Cada vez leo más obradoristas que en 2018 lo defendían a capa y espada que hoy cuestionan tal o cual decisión de AMLO, o de plano abandonan el proyecto como tal, al cual consideran ya fallido. Pero muchos otros siguen ahí, “al pie del cañón”. A esos parece dirigirse Woldenberg. Yo no milité en ningún partido; nunca me convencí del marxismo pero sí de la socialdemocracia. Al dársele el registro a varios partidos de izquierda de dónde salió el PMS, voté por ellos con la esperanza de que dejaran de lado su visión revolucionaria y adoptaran con convicción la vía democrática. Era la postura por ejemplo de Heberto Castillo. Pero me sospechaba (por sus dichos y hechos), que buena parte de esos militantes seguían en su corazón con el marxismo, y aceptaban jugar con la democracia porque no había de otra. Había que impulsarla para llegar al poder, pero una vez ahí, irla desmantelando. Me llamó la atención cómo se entusiasmaron con la aparición del EZLN en 1994; muchos hablaban de un posible inicio de revolución (armada). ¿No que muy demócratas?
Por otro lado, el PRD surgió también de la ruptura del PRI, donde segmentos del agotado nacionalismo-revolucionario salieron del partido y fundaron un proyecto que también, nominalmente, era democrático (pero no neoliberal). Igualmente, al verlos comportarse en la práctica a muchos de ellos, me dio la impresión de que seguían siendo los viejos priistas, no precisamente democráticos, pero por lo pronto la democracia les beneficiaba y la impulsaron desde la oposición. El PRD era para mí, pues, una combinación de dos corrientes esencialmente antidemocráticas (la marxista tradicional, y la nacionalista-revolucionaria del PRI), que no correspondían al modelo socialdemócrata que yo tenía en mente. Pero guardaba la esperanza de que poco a poco fuera adoptando ese proyecto, ayudado por múltiples socialdemócratas que ahí militaban o desde afuera lo apoyábamos. No ocurrió. En el poder han aflorado las pulsiones autoritarias tanto del viejo marxismo como del viejo priismo (así lo reconoce el fundador, C. Cárdenas). De ahí que muchos socialdemócratas lo hayan ya abandonado o al menos hagan algunas críticas (que les cuesta ser enviados al basurero del conservadurismo hipócrita). Los que ahí siguen, o nunca fueron demócratas, o bien el cargo que ostentan les parece más jugoso que la congruencia ideológica de su vida.
Analista.
@JACrespo1