Apoco de que Alfonso Durazo, secretario de Seguridad Pública, anunciara que en materia de seguridad recién se registraba un “punto de inflexión”, se emboscaba a varios policías en Aguililla, Michoacán, con un saldo de 13 muertos y varios heridos. La simultaneidad de esos dos hechos llevó a Epigmenio Ibarra a afirmar que tal coincidencia no podía ser casual, sino producto de un plan aplicado por sus adversarios, los famosos “conservadores”. Es parte del golpe no tan blando contra AMLO. Dicha tesis sirve para explicar por qué la violencia se incrementa y por qué no se rinden los criminales si, como aseguró poco antes el propio López Obrador, están copados por el Estado.
Más ruido generó el operativo fallido de Sinaloa (donde hace poco AMLO fue a hablar de beisbol, tema prioritario en esa entidad). El gabinete de seguridad mintió a la ciudadanía al señalar que una patrulla de 30 elementos realizaba una ronda habitual, y de pronto fue atacada desde una casa frente a la que casualmente pasaban. Esos guardias encontraron y aprehendieron a sólo cuatro narcos, entre los que se hallaba Ovidio Guzmán (El Chapito). Éste dio la alarma y su gente cercó —ahí sí— a los agentes, generando violencia y terror en la ciudad —con muertos y heridos— para que soltaran a su jefe. Más tarde Durazo tuvo que admitir que se trató de un operativo fallido (es decir, que “se pateó el avispero a lo tonto”, AMLO dixit).
Se quiso minimizar el hecho cuando el presidente no suspendió su gira por Oaxaca, pues haberlo hecho para él, más que un acto de sensibilidad y responsabilidad, hubiera sido reconocer la gravedad de lo ocurrido. Y en general su gobierno tiende a minimizar sus yerros y fracasos, por lo que la estrategia es seguir la agenda como si nada hubiera sucedido. Cosa que no hizo tampoco en la mañanera del día siguiente. Las cosas van requetebién, dijo, pero sus adversarios jamás lo reconocerán. Para sus críticos, en cambio, es López Obrador quien jamás reconocerá ningún error de su parte. Se presenta —y quizá se lo crea— como infalible. Por eso también inició su mañanera con otros temas, para proyectar la imagen de que lo de Sinaloa fue más un percance y no un duro golpe a la imagen del gobierno.
Muchos han señalado la responsabilidad de Durazo, cuya incompetencia reflejaría lo que mucho se dijo tras su nombramiento: que jamás había ocupado un cargo relacionado con la seguridad. Otros consideran que el operativo no pudo haber sido diseñado sólo por Durazo, sino por el Ejército y quizá la Marina. En cuyo caso la cosa sería peor; ¿cómo dos instituciones metidas hasta el tuétano en la lucha contra el narco por al menos doce años diseñaron tan torpe acción? ¿Nada han aprendido en tanto tiempo, o quizá la dirección bajo la cual ahora se hallan ha nublado su capacidad de operación?
En un video sobre Culiacán divulgado por esas fuerzas, se dice que “en ellas no cae la deshonra”. Entonces la deshonra llega a más arriba, puede inferirse. AMLO señaló que más vale la vida de personas que la captura de un capo. Sin duda, pero entonces, ¿se renuncia definitivamente a los operativos porque implican riesgos a la vida de agentes, narcos y ciudadanos? ¿Se reforzará entonces la estrategia de “abrazos, no balazos”, “becarios, no sicarios” y de “pórtense bien”, que hasta ahora no ha servido —ni servirá—? Por fortuna, ahí está Felipe Calderón para cargar con la absoluta responsabilidad de lo que este gobierno haga o deje de hacer en este tema. Prevalece desde luego la doble vara morenista; lo que antes era condenable y vergonzoso en el PRIAN —una estrategia fallida—, hoy es una muestra de sensibilidad, humanitarismo y grandeza que amerita el aplauso mundial.
Profesor afiliado del CIDE. @JACrespo1