Desde la campaña misma de 2018, se manejan varios escenarios sobre lo que puede representar la autodenominada 4T. Es decir, qué puede pasar con el país según las posiciones ideológicas y cálculos de diversos ciudadanos, corrientes y analistas. Para simplificar, podríamos identificar cuatro escenarios básicos. En un polo, el país se encaminará claramente hacia lo que ofreció López Obrador; un país casi escandinavo, con justicia social, mayor crecimiento del obtenido por el neoliberalismo, sin corrupción ni impunidad (erradicadas definitivamente), autosuficiencia energética y alimentaria, nuevos empleos (por millones) y un sistema de educación, salud y pensiones de corte noruego (lo ha dicho literalmente el presidente), además de la pacificación del país y una democracia política genuina (pues lo que teníamos hasta ahora era mera simulación).

En el extremo opuesto aparece un escenario oscuro, que apunta a la decadencia dramática del país. Es el escenario venezolano, con fuerte decrecimiento económico, inflación desbordada, desempleo y mayor número de pobres, en vez de menos. Y políticamente habría una centralización política donde los relativos avances democráticos quedarían borrados, dando paso a una nueva autocracia. La polarización entre dos bandos se incrementaría al grado de la confrontación en algún momento (como se ha visto en Venezuela y ahora en Bolivia).

Entre estos dos extremos existen puntos intermedios que apuntan más hacia el centro, pero los sintetizaremos en dos escenarios. Uno moderadamente optimista, que si bien reconoce que el país no será la nueva Escandinavia de América, sí podrá registrar avances sociales, mejor distribución del ingreso, un crecimiento moderado de la economía, preservación en lo esencial de los avances democráticos sin retroceder en lo que hay, y una mejoría visible, aunque no espectacular, en la lucha contra la corrupción y la impunidad. Muchos obradoristas moderados, incluso desde la elección misma, es lo que esperaban y lo siguen haciendo, como una opción no espectacular ni utópica, pero sí una ruta de avance respecto del neoliberalismo. Finalmente, tenemos un escenario de centro más pesimista, pero no catastrófico, donde las cosas seguirán esencialmente igual, si bien con un relativo deterioro en lo económico, social y educativo. Menor crecimiento, menos inversiones, poca confianza en el gobierno que impedirá que despegue el país. Aquí también hay cierta regresión democrática. El país da vueltas en círculo o retrocede, pero sin caer en el caos venezolano.

Mi posición ha sido la de desechar de tajo el escenario escandinavo, por utópico, pero tampoco creo en el escenario venezolano. Tiendo más a pensar que ocurrirá el escenario centro- pesimista, que es lo que esencialmente hemos visto en 2019. Leves mejorías en algunos temas, pero descalabros o retroceso en otros de gran relevancia. No descarto del todo el escenario de optimismo moderado, si el gobierno corrigiera mucho de lo que ha hecho, y se abriera a oír a los críticos y expertos en distintos temas (cosa que no ha hecho). En cambio, si en lugar de corregir los errores que ha cometido en alguna medida, el gobierno profundiza en ellos, no extrañaría que nos adentráramos un poco más el escenario pesimista, sin poder precisar hasta dónde podría llegar. Hago con todo votos porque haya rectificaciones y condiciones favorables en adelante, que modifiquen la ruta trazada en 2019 para enfilarnos hacia un escenario optimista de mejoría, aunque sea moderada. No basta con corregir la venta del avión presidencial (porque no fue posible hacerla); haría falta mucho más. Pero dada el estilo personal de AMLO, me parece algo poco probable.

Profesor afiliado del CIDE. @JACrespo1

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