A medida que el mandato de Andrés Manuel López Obrador se aproxima a su fin, con solo cinco meses restantes, es pertinente analizar su legado económico. Lejos de la imagen de prosperidad y estabilidad que intenta proyectar su administración en este periodo electoral, los datos y cifras nos presentan una realidad económica decepcionante.
Uno de los aspectos más negativos ha sido el manejo de proyectos de infraestructura como el AIFA, el Tren Maya y la Refinería Dos Bocas, obras pagadas a un sobrecosto acumulado de más de 500,000 millones de pesos. Estas obras, además de ser caras, han mostrado poca funcionalidad y nula rentabilidad social.
El endeudamiento del gobierno también ha mostrado un patrón preocupante. Desde el año 2021, las emisiones de bonos han incrementado desde los 3,000 millones hasta los 5,800 millones en 2022, y alcanzado los 4,000 millones en 2023, elevando la deuda hasta representar un preocupante 48% del PIB. Este aumento en el endeudamiento ha contribuido a un déficit fiscal récord, equivalente al 5.4% del PIB este año, el más alto en la historia moderna de México.
El crecimiento económico bajo el gobierno de López Obrador ha sido más que pobre, con un promedio anual del 1.1% durante su sexenio, manteniendo el ingreso per cápita estancado. A pesar de que algunos puedan argumentar que la pandemia de COVID-19 afectó estos números, cabe recordar que el problema viene desde el inicio del sexenio, cuando decrecimos en 0.1% en 2019, sin pandemia.
México fue el último país latinoamericano en recuperarse y alcanzar sus niveles previos al COVID-19. Mientras países como Brasil y Chile duplicaron su crecimiento, y Guatemala y República Dominicana casi lo cuadruplicaron, México ha mantenido un crecimiento anual vergonzosamente bajo. Una de las causas de este desempeño puede rastrearse hasta la cancelación del Aeropuerto de Texcoco, que deterioró la percepción de los inversionistas sobre la estabilidad del país, afectando negativamente la inversión.
Respecto al empleo, el gobierno ha intentado presentar un panorama positivo, destacando un supuesto récord de 24 millones de personas en el registro del IMSS. Sin embargo, la verdad es que el aumento en el número de empleos formales ha sido significativamente pobre. De acuerdo con las cifras oficiales del IMSS, en los primeros cinco años del sexenio de Peña Nieto se incrementó el número de empleos formales en 3.5 millones, mientras que en los primeros cinco años de la administración de López Obrador, el incremento ha sido de solo 2 millones.
Finalmente, aunque el gobierno se jacta de haber sacado a 4 millones de personas de la pobreza, estudios alternativos como el "Modelo Estadístico para dar Continuidad a los Porcentajes de Pobreza", elaborado por la UNAM, sugieren que la pobreza apenas ha disminuido marginalmente. Quizá se incrementaron los ingresos a consecuencia de la enorme cantidad de dinero que llega al país por vía de las remesas y de los programas sociales, pero eso de poco sirve si las familias destinan más de una cuarta parte de ese ingreso a la salud, recordemos que en este sexenio hay 20 millones de personas más sin cobertura médica.
La pobreza extrema se ha incrementado notablemente, con más de 2 millones de mexicanos en esta condición, pasando de alrededor de 9 millones en 2018 a alrededor de 11 millones en 2022. El gasto social no ha sido focalizado correctamente, lo que significa que el dinero no está llegando a quienes más lo necesitan.
A pesar de las proclamaciones de éxito, los datos duros revelan un panorama de fracaso económico bajo el gobierno de López Obrador, destacando un aumento significativo en el endeudamiento y la pobreza extrema, junto con un crecimiento económico insuficiente y mal gestionado que ha dejado al país rezagado.
Corresponde a los ciudadanos decidir si desean continuar en el camino de incertidumbre económica u optar por un cambio de rumbo.