Según el INEGI, en los primeros cuatro años del gobierno de López Obrador, asesinaron a 50,700 jóvenes de entre 15 y 29 años de edad.
En todo el país, en promedio, se cometen cada día 35 asesinatos contra jóvenes. Los jóvenes son el 25% de la población mexicana pero representan el 40% de los asesinatos.
Según un conteo realizado por EL UNIVERSAL, de diciembre de 2018 a la fecha, ha habido, al menos, 61 masacres perpetradas en contra de jóvenes en 19 estados del país.
Estas no son las únicas tragedias que involucran a jóvenes. También están las desapariciones, como el caso de Lagos de Moreno, donde cinco amigos desaparecieron y sus cuerpos no han sido localizados.
Según datos oficiales y reportes de organismos de derechos humanos, más de 20 mil jóvenes han desaparecido en México en este sexenio.
Estas cifras representan no sólo una tragedia nacional, sino también un reflejo del profundo malestar social que ha ocasionado la inacción del gobierno.
Esta semana, varias organizaciones juveniles se reunieron en la plancha del Zócalo en la Ciudad de México para protestar frente al reciente asesinato de 11 jóvenes en Salvatierra, Guanajuato, y para mostrar su descontento hacia la fallida estrategia del gobierno en materia de seguridad.
Sin embargo, cuando los jóvenes intentaron aproximarse al Palacio Nacional, se encontraron con que la Plaza de la Constitución estaba cercada por vallas metálicas que les impedían el paso.
Y es que la indolencia ha sido el común denominador de este gobierno. La tendencia del presidente a minimizar el problema y criminalizar a las víctimas, atribuyendo las muertes a su supuesto consumo de drogas, ignora las complejas tramas que subyacen a este fenómeno.
La postura de López Obrador, no sólo desvía la atención de su responsabilidad como jefe de Estado, también estigmatiza a una generación entera y oscurece las causas reales detrás de esta violencia.
López Obrador atribuyó la masacre de Salvatierra al consumo de drogas, pero esto es absolutamente falso. No hay elemento alguno que haga suponer que los jóvenes acribillados en la exhacienda de San José del Carmen hayan consumido drogas. Una vez más, está criminalizando a las víctimas.
Lo mismo dijo tras la matanza de los estudiantes de la Universidad Latina de Celaya, pero también fue una enorme mentira. Las necropsias no mostraron que hubieran consumido drogas. Los padres siguen exigiendo una disculpa.
La retórica presidencial que criminaliza a las víctimas, no sólo es errática sino también profundamente injusta y mezquina.
Es claro que la política de 'abrazos, no balazos', lejos de ser exitosa, ha exacerbado la violencia y creado un ambiente en el que los jóvenes, especialmente aquellos en situaciones de vulnerabilidad, se convierten en blancos fáciles para el crimen organizado y la violencia.
Se supone que con "Jóvenes Construyendo el Futuro", uno de los programas sociales bandera de López Obrador, justamente se buscaba arrebatar a la juventud de las garras de la delincuencia organizada; pero claramente, esta estrategia ha fracasado.
Para abordar este drama, es urgente implementar políticas públicas reales que se enfoquen en la prevención, a través de la educación, el empleo y la inclusión social. Además, resulta imperativo reformar el sistema de justicia para garantizar que los delitos no queden impunes y que las víctimas y sus familias reciban justicia.
La crisis de violencia en la juventud en México es un grito desesperado y un llamado a la acción urgente, es demasiado lo que está en juego.
La historia futura de México se medirá por cómo respondió su gobierno a este desafío crítico y por cómo protegió y apoyó a su recurso más valioso: SU JUVENTUD.
Diputado federal