En la Ciudad de México, en la alcaldía Benito Juárez, casi medio millón de personas se enfrentan a una crisis de agua que pone en riesgo su salud y bienestar. Desde finales de marzo, los ciudadanos han reportado un intenso olor a gasolina emanando de sus grifos, situación que el gobierno de la ciudad ha negado tajantemente en repetidas ocasiones.
A pesar de que el gobierno aseguró que la calidad del agua en la zona era adecuada, los reportes de mal olor y problemas de salud asociados, como dermatitis, náuseas y trastornos gastrointestinales, nunca cesaron.
Ante la presión de los vecinos, a Martí Batres, jefe de gobierno de la Ciudad de México, no le quedó más remedio que aceptar la existencia de esta crisis y reveló que el agua provenía de un pozo contaminado con una sustancia de “la familia de los aceites y los lubricantes” ubicado en la colonia Alfonso XIII. La autoridad tardó más de una semana en reaccionar; durante este tiempo, tanto personas como mascotas estuvieron expuestas a esta agua contaminada.
El pozo fue aislado por el Ejército y personal de Pemex; sin embargo, los ciudadanos siguen en zozobra, ya que nadie les ha informado sobre la causa real de la contaminación. La ayuda del gobierno se ha limitado a distribuir garrafones de agua, sin dar más información.
Para sorpresa de nadie, López Obrador ha desestimado el asunto. Aseguró que el problema está resuelto, y señaló que el tema se exagera y que existe manipulación por los tiempos electorales que vivimos.
La gravedad de la contaminación del agua en la Ciudad de México se ha convertido en una crisis palpable y Benito Juárez es solo el ejemplo más reciente. Es imperativo que las autoridades proporcionen respuestas y soluciones concretas, y no solo excusas o negaciones. La salud de medio millón de personas está en juego, y continuar ignorando o minimizando el problema solo evidencia una negligencia inaceptable.
La Ciudad de México merece transparencia, responsabilidad y acciones inmediatas para asegurar que el derecho al acceso a agua segura y limpia sea respetado. No más mentiras, no más espera. La certeza y la seguridad no pueden ser opcionales.
Sea cual sea el desenlace de esta crisis del agua contaminada en la Ciudad de México, queda claro que no se trata solamente de un fallo operativo, también es un fallo moral. Es hora de que aquellos en el poder se hagan responsables y trabajen para quienes les han confiado su bienestar. La buena noticia es que ya se van y que el cambio viene.
Diputado federal