Este año inició con malos números en materia de inflación. Al cierre de la primera quincena de enero, el incremento de precios de bienes y satisfactores fue de 7.94% de forma anualizada; medio punto porcentual más en relación a la segunda quincena de diciembre, cuando la tasa de inflación interanual fue de 7.82%. En promedio, la tasa de inflación en 2022 fue de 7.89%, siendo la cifra más alta en 23 años.
La inflación ya se encontraba en niveles históricos, pero continúa creciendo y al parecer sin contención alguna. Lo anterior representa un impacto grave en la economía de las familias mexicanas.
Ante esta problemática, resulta indispensable actuar inmediatamente y de manera estratégica, con políticas públicas que generen productividad y una estabilidad económica en todos los sectores.
La delicada situación que enfrentamos, en gran medida se debe a la impericia e ineficacia del gobierno federal. Por lo ya visto, esta administración —que transita ya su cuarto año de gobierno— no tiene intención alguna de instrumentar acciones pertinentes en la materia.
Los mexicanos somos víctimas de ocurrencias en el manejo de la economía y de pésimas decisiones, como destinar la mayor parte del presupuesto para obras farónicas e inoperantes. Estas ya pasan la factura, afectando a quienes menos tienen.
Al finalizar el año 2022, cinco de los diez bienes y servicios que presentaron una mayor variación en sus precios son básicos para la alimentación de las familias mexicanas. Estamos hablando del jitomate, la tortilla, la cebolla, el pollo y el huevo. Y ante ello, ¿qué está ofreciendo el gobierno federal? Otro “plan” ante el fracaso del anterior, el mal llamado paquete contra la inflación y carestía, que demostró no tener buenos resultados, sino todo lo contrario.
No son tiempos de experimentar medidas para corregir el rumbo de la economía, es hora de implementar políticas públicas económicas que se reflejen directamente en el poder adquisitivo de las familias mexicanas.
Sin duda, existen problemas globales, como ha sido la pandemia; que impactan en el costo de insumos. Sin embargo, las pésimas decisiones del Presidente y su gabinete económico han agudizado el que las familias sufran la carestía. Muestra de lo anterior es que a pesar de que se ha pactado con el sector privado el incremento al salario mínimo, esta nivelación resulta insuficiente para compensar la carestía provocada por una pésima gestión de la productividad ante la emergencia sanitaria.
Otro factor a considerar, es la relación directa entre inflación y tasas de interés, ya que, si bien esa es la medida más fundamental de política monetaria para contener la inflación en el corto plazo, al elevarse la tasa de interés se eleva el costo financiero del dinero, por lo que las empresas registran un aumento en sus costos de producción: el producto final se impacta con un alza en el nivel de precios que es trasladado al consumidor final.
Cuando inició el actual gobierno, todos temíamos que se iniciara un sexenio perdido por las propuestas inviables y con una enorme carga ideológica, que presagiaban afectaciones a la estabilidad financiera. El temor no solo se ha actualizado, sino que ha aumentado: ya no solo enfrentamos un sexenio perdido, sino décadas perdidas que harán muy complicado el recuperar el rumbo de crecimiento y desarrollo que requiere nuestro país. Los datos registrados con respecto a sexenios anteriores señalan que la inflación alcanzó en enero de 2011 el 3.96%; en enero de 2017, el alza de precios fue 4.78%. Como se puede advertir, dichos incrementos fueron menores que los registrados en la presente administración.
En Acción Nacional las y los diputados trabajaremos para contrarrestar el aumento inflacionario, que claramente se ha salido del control del gobierno. Nuestro mayor compromiso es con las familias de México y no descansaremos hasta que su economía deje de ser afectada por las malas decisiones del ejecutivo. Por ello, presentaremos una serie de propuestas que sí atiendan las necesidades del país, atacando al fondo del problema.