La actual vorágine de conflictos globales, y el ambiente de incertidumbre y peligros entre potencias, anuncia un reacomodo geoestratégico. En el Medio Oriente estos tambores de guerra han desencadenado una serie de atrocidades unilaterales de las partes en conflicto. La población civil, especialmente mujeres y niños pagan estas atrocidades.
La comunidad internacional se ha manifestado, así como el Secretario General de la ONU António Guterres, haciendo un llamado para un alto al fuego a fin de permitir ayuda humanitaria a la población civil que carece de lo más elemental para sobrevivir: agua, alimentos, electricidad, y huye despavorida ante el fuego de artillería, pero parece que hablan en el desierto. Nadie les hace caso. En la franja de Gaza han fallecido más de 10 mil palestinos, escenario que pone en peligro la paz y seguridad internacional. Por esto cobra vigencia el legado de don Alfonso García Robles.
El ambiente anterior nos hace recordar los compromisos de nuestro país que históricamente ha asumido en defensa de la paz, seguridad colectiva y justicia internacional.
El caso de Don Alfonso sin el menor ánimo de recurrir al uso de hipérboles es gran mexicano, internacionalista, diplomático por antonomasia cuya obra que expondré en seguida lo han conducido a ocupar un lugar muy alto en el concierto de naciones, en los foros internacionales, naturalmente en la Organización de las Naciones Unidas, organismo en el cual participó desde su génesis.
Nacido en Zamora Michoacán el 20 de marzo de 1911, desde su juventud se inspiró en la tradición y orgullo de la diplomacia mexicana, al lado de otros hombres no menos importantes que dejaron huella como don Isidro Fabela, Genaro Estrada, Emilio O. Rabasa, Rafael de la Colina, Jorge Castañeda de la Rosa, Antonio Gómez Robledo, Gilberto Bosques, Eugenio Anguiano Roch, Luis Padilla Nervo, Antonio Carrillo Flores, Manuel Tello y otros más.
García Robles fue un leal defensor de los principios y normas que rigen la presencia de nuestra República en el mundo, que son los mismos de la Carta de San Francisco (26 de junio de 1945) y la Constitución General de la República (1917). Su estatura moral e intelectual se agiganta con el tiempo, sus obras son de obligada lectura, muy especialmente México en las Naciones Unidas, que es como la biblia o evangelio diplomático para quienes deseen dedicarse al estudio de la diplomacia, esta obra está inspirada en un país digno y orgulloso de su pasado histórico, defensor de los derechos humanos en contra de atrocidades y defensa de países débiles, faro de luz que ilumina el camino de la justicia y la seguridad, especialmente del continente latinoamericano, que no quiere vivir en medio de armas atómicas, desea estar al margen de amenaza demencial de destrucción mutua asegurada de bombas atómicas.
Su legado es enorme, participó activamente en dos conferencias en la ONU sobre el Derecho del Mar entre 1958 y 1960 orientando definitivamente la ruta para la codificación del “Nuevo Derecho del Mar” el cual se plasmaría en derecho sustantivo del Tratado sobre el tema firmado en Montego Bay en 1982, defensor del derecho de los países sobre sus recursos en los fondo marinos y oceánicos, especialmente el petróleo de países del tercer mundo.
Sus aportaciones están cargadas de futuro, quedaron plasmadas para la posteridad en su lucha de un tratado para la proscripción de armas nucleares en América Latina, llamado “Tratado de Tlatelolco”, del cual es considerado su arquitecto, cuya firma fue celebrada el 14 de febrero de 1967, tomando el nombre de la cancillería mexicana en Tlatelolco; este Tratado prohíbe el desarrollo, adquisición, ensayos y emplazamientos de armas nucleares en América Latina y el Caribe, además, crea un Organismo cuya autoridad es vigilar la aplicación del tratado, es decir OPANAL.
Continuará …
Director General del Centro de Estudios Económicos y Sociales del Tercer Mundo.