Post mortem a Juan Velásquez.
Defensor de la Justicia en contra del poder
y de nuestras Fuerzas Armadas Mexicanas
La Carta de las Naciones Unidas se firmó el 26 de junio de 1945 en la Ciudad de San Francisco. Entró en vigor el 24 de octubre del mismo año. El estatuto de la Corte Internacional de Justicia es parte integrante de la Carta.
Este año se cumplieron 79 años de la creación de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), después de una encarnizada lucha armada en la cual fallecieron lamentablemente más de 40 millones de civiles y 20 millones de soldados. La nueva arquitectura internacional organizó una nueva estructura para “preservar a las generaciones venideras del flagelo de la guerra” que en dos ocasiones infligieron a la humanidad sufrimientos indecibles. La nueva organización se basaría en la lucha por la paz y seguridad colectiva, respeto a los derechos humanos, igualdad jurídica de los estados, derechos y obligaciones del hombre y la mujer, respeto a las obligaciones y derechos de los tratados internacionales para vivir en concordia y armonía entre todos los pueblos del mundo.
El Nuevo Orden Internacional, establecido en la carta de San Francisco, cambió radicalmente las relaciones entre el concierto de naciones, bajo un nuevo concepto de orden mundial basado en la existencia de una nueva organizacion para la paz y la seguridad internacionales. La división provocada por los antagonismos de dos bloques, los Estados Unidos y la Unión Soviética, conculcó la posibilidad de una seguridad colectiva. El orden internacional no se basó en el principio de universalidad, más bien de acuerdo con los intereses y la rivalidad de dos esferas de poder. El orden de la posguerra dio inicio a una lucha por la supremacía de dos polos de poder, dando origen a la Guerra Fría, que hoy ensombrece el mundo ante un abismo de violencia.
México se incorporó a los trabajos de la nueva organización internacional y a la redacción de la Carta que le daría vida jurídica. Nuestro país acreditó en los trabajos a extraordinarios diplomáticos, verdaderos artífices del nuevo orden, quienes dieron brillo y esplendor a la política exterior mexicana: el embajador Ezequiel Padilla, Francisco Castillo Nájera, a la sazón secretario de Relaciones Exteriores, y don Manuel Tello, todos inspirados en la tradición mexicana de lucha por la paz, la justicia, cooperación internacional, principios que seguirían posteriormente una pléyade de brillantes mexicanos como Rafael de la Colina, Francisco Cuevas Cansino, Porfirio Muñoz Ledo, Ifigenia Martínez y el excanciller Emilio O. Rabasa, quienes también engrandecieron el prestigio de la diplomacia mexicana ante el mundo con su política exterior activa, soberana y no subordinada.
La creación de este nuevo foro universal permitió a nuestro país multiplicar sus vínculos con la nueva comunidad de naciones libres, ampliando el consenso sobre nuevas normas internacionales que México siempre había defendido, recordemos la diplomacia de Carranza y las enormes aportaciones de don Isidro Fabela, faro de luz que orientó al Estado mexicano con certera visión de la nueva política exterior de la Revolución Mexicana. Permitiría además a nuestra nación conjuntar voluntades para la construcción de un Nuevo Orden Económico Internacional (NOEI) y con la Carta de Deberes Derechos Económicos de los Estados, ejemplo de defensa ante el mundo de países débiles en vías de desarrollo o del tercer mundo muchos de los cuales están en plena involución.
Después de ocho décadas de la creación de la ONU, que se cumplirán el próximo año, me propongo hacer un balance, publicando un ensayo que recoja el espíritu de la participación de México como defensor de la justicia, la paz y la seguridad en todos los foros de la Organización de las Naciones Unidas.
P.D.: Actualmente suenan tambores de guerra y discordia mundial, suspendamos la voz de las armas, que hable el apotegma de don Benito Juarez: Entre los individuos como entre las naciones el respeto al derecho ajeno es la paz.
Director del Centro de Estudios Económicos
y Sociales del Tercer Mundo, A.C.