La estanflación, el temido efecto de la crisis de suministro, ahondará la brecha de desigualdad entre las economías avanzadas y las emergentes y en desarrollo.
Las presiones se agudizan ahora con la prolongación de la guerra y la propagación ininterrumpida del virus del COVID-19 que presenta riesgos a nivel internacional de retomar políticas de aislamiento, trastornos a la producción, fragilidad financiara, incrementos en el gasto social para apoyar a grupos vulnerables y la posibilidad del malestar social frente la continua alza en alimentos y combustibles.
Esto genera recomendaciones de política monetaria y fiscal, asociadas con acciones para garantizar la estabilidad de los precios y la deuda pública.
Durante los últimos dos años apareció una disrupción en las cadenas de suministro, como se e llama a los procesos para transformar la materia prima en productos finales. Básicamente se atribuyó al desequilibrio entre la oferta y la demanda mundial de insumos básicos y que generó presión inflacionaria.
La pandemia del COVID-19 contrajo la demanda y redujo la producción de los proveedores. Hasta no se logran los niveles de producción solicitados ante la recuperación en el 2021 y aún persisten trastornos en la distribución marítima por las restricciones sanitarias que retrasan el abastecimiento.
Por otro lado, aparecen aumentos en el precio de las materias primas respecto a los precios vigentes en 2020. El 60% corresponde a productos petroleros y 30% para las no petroleras, principalmente metales y alimentos.
A esto se suma la inseguridad alimentaria con una tendencia al alza, superior al crecimiento del precio promedio del petróleo e inferior al comportamiento del precio de los metales. En sí, los aumentos de los precios de los alimentos fueron más sustanciales en los países donde la inseguridad alimentaria predomina más.
Entre febrero y agosto de 2021, los precios de los productos primarios aumentaron 16.6% a causa de la fuerte recuperación de la demanda de materias primas, condiciones financieras laxas. perturbaciones de oferta y condiciones meteorológicas.
En el periodo señalado los precios del petróleo subieron 13.9% por la recuperación económica de las economías avanzadas y la caída de existencias mundiales. También aparecieron riesgos al alza por una menor capacidad productiva mundial, y a la baja por el avance de variantes del COVID-19 y por una mayor producción de los países miembros de la OPEP no comprometidos como Irán, Libia y Venezuela y de los productores estadounidenses de petróleo de esquisto.
Asimismo, los precios de Europa y Estados Unidos aumentaron 132.6% y se incrementó el índice de precio de los métales básicos del 9.7% y se registró el alza del 11.1% en el índice de precios de alimentos y bebidas, con riesgos inflacionarios, preponderantemente en economías emergentes.
A par, en los primeros meses del 2022, se observó una continuidad en el alza del precio de los combustible y alimentos, como consecuencia del conflicto armado entre Rusia y Ucrania, que impactan en particular a los grupos vulnerables en todas las regiones del mundo.
También aparecieron estrangulamientos en las cadenas mundiales de abastecimiento por el nuevo confinamiento en China como consecuencia de las variantes del COVID-19 y prolongación de la pandemia.
Hoy, a nivel global, se espera un menor crecimiento de -0.8% a -0.6% en las economías avanzadas y de -1.0% en las economías emergentes y en desarrollo. La mayor contracción esperada es del -11.3% para Rusia y las estimaciones ajustan a la baja a la economía de Estados Unidos en -0.6% y en -0.8% para México.
La excepción de retroceso se proyecta para Oriente Medio y Asia Central, con un ajuste al alza del 0.3%, con la mayor estimación positiva para Arabia Saudita con 2.8%.
Las cadenas de suministro, en sí, hoy representan uno de los príncipes obstáculos para el crecimiento.