Los problemas financieros y la disfuncionalidad burocrática en la Secretaría de Relaciones Exteriores (SRE) son secretos a voces. La lista es larga: decenas de menajes de casa retenidos hasta por un año; salarios de empleados locales en los consulados en EU adeudados por meses; eventos culturales pagados por los artistas; comisiones, gastos de instalación y hasta consulados móviles financiados por el personal; gastos de operación (rentas, mantenimiento, reparaciones, limpieza) a cuentagotas. Más aún, retraso de años en el pago de cuotas a organismos internacionales, incluyendo la ONU y la OEA, a pesar de que son una parte muy sustantiva del presupuesto de la SRE. A ello se agrega una parálisis en la rotación de diplomáticos, incluyendo numerosos titulares con seis o más años en el puesto, en parte por incapacidad política del gobierno, pero también por falta de recursos para los traslados. En otras palabras, representaciones en los huesos; lamentable en cualquier caso, pero inconcebible para la red consular en EU que tiene que lidiar con Trump con una reducción de 6% con respecto a 2024.

Además de falta de dinero, la Cancillería enfrenta otros problemas. El nombramiento de López-Gatell como “representante” de México ante la OMS es ilustrativo del constante ninguneo a la SRE y los diplomáticos de carrera. Ni la presidenta, ni el propio personaje, ni siquiera la SRE en su boletín dieron su lugar a la embajadora en Ginebra. Ya fuera por ignorancia o para dar importancia a López-Gatell, la ambigüedad de los anuncios desató una tormenta atizada por el historial del individuo. Bastaba con decir que será un agregado (no representante, que tiene otra connotación) y que estará supeditado a la embajadora, que es la representante ante la OMS. En todo caso, seguramente exigirá trato especial y privilegios, como si fuera embajador.

La ley del Servicio Exterior Mexicano (SEM) todavía protege a los miembros de carrera. Por ello, la colonización del régimen se ha concentrado en la SRE y particularmente en las representaciones en el exterior. Históricamente, la proporción de titulares del SEM había sido en torno a los dos tercios. Hoy los embajadores de carrera son menos del 60%. En América Latina la situación es extrema, con más del doble de embajadores políticos que de carrera. Más preocupante aún es la pérdida de influencia de los diplomáticos profesionales acumulada a lo largo de los últimos siete años. Aunque ha habido algunas promociones, miembros del SEM, especialmente con rango de embajador, han sido paulatinamente relegados a pasillos (sin cargo), a embajadas de menor importancia, como segundos de abordo o, más recientemente, a consulados de carrera, que son las representaciones con menor presupuesto y relevancia. Muchos han aceptado con resignación la situación. Otros han optado por renunciar o por una jubilación anticipada, lo que irónicamente ha dado mayor margen de maniobra al régimen. El resultado es un elenco de representantes en el exterior compuesto por menos diplomáticos de carrera de los que debería haber —en muchos casos marginados a puestos menores— y embajadas y consulados a cargo de políticos con mucho menos experiencia y méritos que antaño, incluyendo algunos verdaderamente impresentables. Con importantes excepciones, desde luego, hay evidencia de un equipo diplomático que, ya sea por convicción, conveniencia u obligación, es cada vez más leal a Morena y cada vez menos cuerpo permanente del Estado.

Diplomático de carrera por 30 años, fue embajador en ONU-Ginebra, OEA y Países Bajos @amb_lomonaco

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