Trump presumió durante meses haber resuelto siete “guerras” en el mundo con una mezcla de megalomanía y victimismo ante la falta de reconocimiento por sus “logros”. ¿A qué conflictos se refería? Mitomanía, ignorancia y deterioro cognitivo llevaron al presidente estadounidense a confundir países, contradecirse y cambiar relatos, hasta que en su discurso ante la Asamblea General de Naciones Unidas, en septiembre, pareció establecer un listado definitivo. El inventario incluyó a Kosovo y Serbia, donde no había guerra, y dos disputas, tampoco guerras, una por las aguas del Nilo entre Egipto y Etiopía, y otra fronteriza entre Camboya y Tailandia, mediada por Malasia. ¿Las demás? El cese al fuego acordado en junio entre Congo y Ruanda no ha parado la violencia. Si bien Paquistán nominó a Trump al Nobel por su intermediación para detener la enésima escaramuza fronteriza con su vecino, India se negó a secundarlo. EU fue de hecho parte beligerante en los enfrentamientos entre Israel e Irán. Al final, como si fuera el milagro de la multiplicación de peces a la inversa, la intervención estadounidense parece haber sido definitiva para terminar con solo un conflicto de siete: entre Armenia y Azerbaiyán, intermitente durante décadas.
Obsesionado con recoger medallas, Trump enfrenta guerras que no se pueden resolver con una declaración bombástica: Gaza y Ucrania. Por si fuera poco, Venezuela podría sumarse a la lista. La primera fase del plan de paz para la Franja se firmó en una ceremonia prematura y bizarra en Egipto, con la inexplicable ausencia de las partes (Israel y Hamás) y la presencia de una veintena de líderes mundiales, incluyendo al presidente de la FIFA, organización que ahora parece extrañamente indispensable. La reunión se convirtió en un vergonzoso besamanos de jefes de Estado y de gobierno a Trump que tan solo produjo un muy frágil cese al fuego condicionado a la liberación de rehenes y prisioneros. Con los rehenes de nuevo en casa, Netanyahu se quitó de encima el mayor obstáculo doméstico para continuar con la guerra. Solo queda la presión internacional; la definitiva, la de EU, está sujeta a los intereses inmobiliarios de Trump y sus socios en Gaza.
La paz en Ucrania parece todavía más elusiva. Ya sea por ello o por motivos mucho más turbios y obviamente inconfesables, después de jugar con la posibilidad de entregar misiles Tomahawk a Zelensky y tras una llamada con Putin, Trump eligió la que cree que es una salida fácil: volver a hacer suyos los argumentos y reclamos rusos. El mandatario estadounidense sostiene, como lo hace la propaganda del Kremlin, que la economía rusa es muy sólida y que no se trata de una guerra sino de una “operación especial". En la última reunión entre ambos, Trump advirtió a Zelensky, de acuerdo con el Financial Times, que si Putin quisiera “lo destruiría” y lo presionó a reconocer los territorios ocupados por Rusia como perdidos por Ucrania y a aceptar un cese al fuego con esas “líneas rojas”. El presidente ucraniano rechazó tajantemente tales términos. A Rusia no le pareció suficiente y pocos días después se opuso al congelamiento del frente de guerra como propuso Trump, con lo que dinamitó la cumbre entre ambos mandatarios en Budapest. Por lo visto, “el arte de hacer negocios” en bienes raíces no alcanza para lograr acuerdos internacionales serios.
Diplomático de carrera por 30 años, fue embajador en ONU-Ginebra, OEA y Países Bajos
@amb_lomonaco

