Tras posponer la aplicación de la mayoría de los aranceles anunciados en Liberation Day, Trump prometió 90 “hermosos” acuerdos antes de 90 días, asegurando que habría una larga fila de gobiernos que “rogarían” por un arreglo. Al acercarse la fecha límite a principios de julio, la administración había logrado únicamente dos acuerdos, sobrevendidos en su contenido por la propaganda MAGA. Preliminares y con muy pocos detalles, resultaron claramente insuficientes para evitar cuestionamientos.
Ante la presión, Trump respondió que enviaría cartas con nuevos términos en materia arancelaria y que tales documentos constituirían acuerdos en sí mismos, a pesar de que eran tan solo planteamientos unilaterales maximalistas que dejaban abierta la posibilidad de “negociaciones” antes del 1 de agosto. En esta coyuntura, más gobiernos se acercaron. Algunas de las discusiones fueron públicas, en la misma Casa Blanca, con Trump divagando y agrediendo a la vista de todos. Los resultados de casi todas las negociaciones se hicieron públicos a través de un anuncio por parte de EU, muchos solo de manera oral o mediante un post en redes sociales, en su mayoría sin documentos de respaldo. En pocas palabras, con frecuencia se conoció solo la versión estadounidense del arreglo, siempre ambigua, llena de superlativos y embellecida para generar titulares con medias verdades, datos manipulados y hasta mentiras que muchas contrapartes optaron por no contradecir, pese a la crítica interna, para evitar nuevos desaguisados.
Con el tiempo encima, Trump anunció aranceles para casi 70 países, generando confusión. Asentado el polvo hay más claridad de la nueva situación y se pueden hacer comparaciones con respecto a los aranceles anunciados en Liberation Day. Ahora sabemos que la UE, el Reino Unido, Japón y unos cuantos países asiáticos más, que llegaron a un acuerdo preliminar, obtuvieron una reducción a cambio de concesiones que incluyen, según Trump, dudosos compromisos billonarios. Sin reciprocidad y de manera aparentemente aleatoria, hay también reducciones para otras naciones. En contraste, apenas una docena de países sufren un incremento, incluyendo a Canadá y Brasil, en ambos casos por venganza, uno por reconocer a Palestina, el otro por el arresto de Bolsonaro, a quien Trump mira cuando se ve en el espejo. El resto, la mayoría, desde Yemen hasta México, continúan enfrentando los mismos aranceles que antes.
Además de prisas e improvisación, estos datos muestran que, contrario a celebraciones prematuras, esta vez no fuimos excepcionales para EU. Peor aún: México no solo no recibió trato especial sino que, además de amenazas y crecientes demandas en materia de seguridad, nuestro país se comprometió a eliminar de inmediato todas las barreras no arancelarias para tener el “privilegio” de seguir negociando. Anunciada por Trump en un post, las implicaciones de esta nueva concesión, sin contrapartida y en condiciones de brutal asimetría, están todavía por ser descifradas. Dependiendo de qué se entiende por “todas”, las barreras a eliminar podrían ir desde cuestiones bienvenidas como acabar con ineficiencias burocráticas hasta la supresión de protecciones legales o incluso constitucionales de sectores estratégicos como energía o comunicaciones. Tras meses de incertidumbre y la acumulación de extorsiones estadounidenses y concesiones mexicanas, comienza a resultar evidente que si México todavía conserva ventajas comparativas, aunque menguantes, ha sido más por geografía y el T-MEC que por cabeza fría.
Diplomático de carrera por 30 años, fue embajador en ONU-Ginebra, OEA y Países Bajos @amb_lomonaco