Desde siempre, la ciencia y la política han tenido una relación compleja, notablemente en los siglos XVIII y XIX, cuando los avances científicos a menudo servían a intereses gubernamentales bajo el pretexto de la exploración y el avance de la educación. Los científicos exploradores de la época, como André Michaux y Alexander von Humboldt, no solo fueron pioneros en documentar y clasificar el mundo natural, sino también en colaborar con misiones estratégicas de las que posiblemente sabían poco o nada. A raíz de los viajes y descubrimientos que ampliaron el conocimiento geográfico y científico de sus países, la historia cuestiona si estos eruditos sirvieron para llevar a cabo un “espionaje científico”, en el que por un lado se descubrieran nuevos conocimientos en temas de minería, botánica, o bien se trabajara para otros propósitos recabando información sensible, para lograr posicionar una agenda con otros fines geopolíticos.
Tuve el placer de reunirme recientemente con Patrick Spero, gran historiador miembro de la American Philosophical Society (APS) y autor de The Scientist Turned Spy. En esta obra, el autor reconstruye la vida de Michaux, un botánico y explorador francés que se convirtió en una figura clave de la exploración científica en Norteamérica. Sin embargo, su misión científica pronto adquirió un giro político: en 1793, el gobierno revolucionario francés, bajo el comando del emisario diplomático Edmond-Charles Genêt, lo designó como agente secreto, comisionándole la organización de los colonos estadounidenses para atacar la ciudad española de Nueva Orleans y tomar el control de Luisiana, creando así una república independiente en el oeste americano. Spero examina cómo esta conspiración, de la cual incluso Thomas Jefferson tenía conocimiento, revelaba una temprana integración entre la ciencia y la diplomacia encubierta en la joven república estadounidense.
La participación de Michaux en la conspiración de Genêt ha sido objeto de debate. Algunos historiadores, como Stephen Ambrose, lo han calificado como un espía, argumentando que su intención era proceder como un agente del gobierno francés. Otros, como Charlie Williams, estudioso de la obra de Michaux, sostienen que su implicación fue el resultado de una mezcla de lealtad a Francia y ambiciones científicas, no una disposición de traicionar a sus aliados estadounidenses. Lo cierto es que Michaux mantuvo su lealtad a Francia, incluso a costa de su misión botánica y de su relación con la American Philosophical Society, lo que refleja la complejidad de su papel en la historia.
Con una cautivante narrativa, el autor elabora un recuento penetrante de acontecimientos poco conocidos pero fundamentales para apreciar en su totalidad el verdadero legado de la vida del botánico. Es sabido que su trabajo representó un hito en la botánica al catalogar especies desconocidas para la ciencia occidental, enriqueciendo el conocimiento científico y, al mismo tiempo, promoviendo una idea de sostenibilidad a través del intercambio de recursos naturales. Además, en plena Revolución Industrial, cuando la deforestación en América era crítica, la APS utilizó los fondos de la herencia de Michaux, para promover la conservación mediante conferencias, lo que eventualmente llevó a la creación del Departamento de Bosques de Pensilvania y el Bosque Estatal Michaux. Este legado monetario, respaldado por la visión científica de figuras como Jefferson, impulsó políticas de conservación y una conciencia ecológica en Estados Unidos que perdura hasta hoy.
Al adentrarme en la vida del botánico, no pude evitar pensar en Alexander von Humboldt, otro claro ejemplo de la gran influencia política de los exploradores científicos. Su expedición por América Latina fue una de las más detalladas y científicamente avanzadas de su época. Humboldt estaba menos preocupado por intereses políticos directos y más enfocado en su objetivo de descubrir y catalogar la flora, fauna y geografía del continente americano, no obstante hay autores que afirman que gracias a la información que construyó en su paso por México, sirvió de alguna manera a las constantes invasiones de las que fuimos objeto durante el siglo XIX.
De igual manera, en una expedición patrocinada por el gobierno ruso, tuvo la oportunidad de visitar y explorar el territorio gracias a la invitación del ministro Count Yegor Kakrin, cuyo interés involucraba técnicas de minería que el explorador alemán pudiera proporcionarle. A pesar de su aversión al despotismo ruso, Humboldt acordó no comentar sobre la situación política del país. Acompañado de dos científicos y un guardia oficial, la aventura los condujo hasta las montañas Altai y la frontera China.
No obstante su interés en mantenerse al margen de asuntos gubernamentales, sus descubrimientos también jugaron un papel geopolítico importante: la información que Humboldt recopiló sobre América Latina y las muy misteriosas regiones de Asia central, resultó valiosa para los científicos y gobernantes europeos. Su obra maestra, Kosmos, fue un tratado científico revolucionario que contribuyó al avance de la ecología y la climatología, y consolidó su reputación como uno de los científicos más grandes de su época. Al final de su vida, participó activamente en los círculos científicos europeos y promovió la ciencia en audiencias amplias, organizando una de las primeras conferencias científicas internacionales y promoviendo la colaboración global a pesar del contexto posbélico después de las guerras napoleónicas.
Las vidas de Michaux y de Humboldt ilustran cómo la ciencia en un momento determinado puede ser útil para otros fines con un trabajo entrelazado con política, diplomacia y las aspiraciones de cada nación para emerger con mejores posiciones e influencia. En los siglos XVIII y XIX, estas figuras pioneras navegaron por los complejos horizontes en donde la curiosidad científica se alineaba constantemente con los intereses nacionales. Las exploraciones botánicas de Michaux en Norteamérica fueron utilizadas por el gobierno revolucionario francés para fines geopolíticos mientras que la meticulosamente documentada expedición de Humboldt, a través de México y Asia, proveyó una valiosa perspectiva de la geografía y los recursos de los países que describía. Ambos científicos dejaron legados importantes y son recordados hasta el día de hoy por sus grandes contribuciones a la ciencia, y tal vez sin saberlo al espionaje que sirvió para cambiar la geopolítica del siglo XIX en América.
Cónsul General de Mexico en Nueva York.
@Jorge_Islaslo