«Mexicanos, paciencia, paciencia y a procrear.»
Ignacio Ramírez, El Nigromante
El nuevo presidente de los Estados Unidos Donald Trump, a horas de haber rendido protesta, cerró la página y cuentas de redes sociales de la Casa Blanca en español, en su intento por imponer su visión de nación, en la que el pasado hispano-mexicano no es un activo, sino algo que se puede olvidar o por lo menos dejar de lado para dar prioridad al crecimiento económico y volver a ser la nación más dominante en el mundo. En la aspiración de la nación que desea, no puede dejar de lado a los millones de hispanohablantes que viven en ese país, pues son parte fundamental de su economía, y son parte fundamental para posicionarlos como la mayor potencia mundial en este rubro. Se estima que atendiendo al producto interno bruto latino en EE. UU. que rondó los 3.7 trillones de dólares para 2022, si estos fungieran como un país independiente, serían la quinta economía más grande del mundo.
Tampoco debe olvidarse que la fusión de culturas e idiomas en aquel país perdurará y que le guste o no al presidente estadounidense, es una mezcla que ha formado un sentido de identidad particular e indeleble. Todos los estados tienen un municipio con un topónimo que hace referencia a la herencia hispana, que simplemente no se puede desconocer de un día a otro. El profundo arraigo e intereses que comparten ambos pueblos es más cuestión de comunidad, de acuerdo entre ambas sociedades, que de un gobierno determinado.
Tras la independencia de México en 1821, el país heredó vastos territorios que abarcaban lo que hoy son California, Texas, Arizona, Nuevo México, Nevada, Utah y partes de Colorado, Wyoming, Kansas y Oklahoma, que eran regiones vastas y poco pobladas en términos de asentamientos mexicanos permanentes, aunque habitadas por comunidades indígenas desde hacía siglos. La población mexicana en estas zonas era reducida y se concentraba en pequeños pueblos, ranchos y misiones, especialmente en California y Nuevo México. Luego de la firma de el Tratado de Guadalupe Hidalgo, estas tierras se integraron al territorio
estadounidense, lo que provocó la llegada masiva de colonos anglosajones; principalmente ingleses, franceses y otros europeos, atraídos por oportunidades económicas como la fiebre del oro en California y las expansiones ferroviarias. Este proceso transformó la demografía y la identidad cultural de la región, desplazando en muchos casos a los mexicanos y pueblos indígenas que originalmente vivían ahí. Aunque los derechos de los mexicanos fueron teóricamente protegidos por el tratado, la llegada de los colonos y las políticas de Estados Unidos erosionaron su influencia económica y política, consolidando un dominio anglosajón en territorios que alguna vez fueron territorio mexicano.
Luego de casi dos siglos de la suscripción del Tratado de Guadalupe Hidalgo, resulta interesante recordar las declaraciones de Ignacio Ramírez “El Nigromante” respecto a este asunto. Mencionó que los norteamericanos se «habían mal amparado en la llamada Doctrina Monroe para despojarnos de esos territorios con diversas excusas». A pesar de ello, no perdió la esperanza y auguró que en un par de siglos México recuperará esos territorios mediante la repoblación de mexicanos en esos estados: «serán tantos los nuestros que difícilmente podrán confinarlos a todos. Se capitulará por medio de la justicia divina. Dos siglos en la vida de la nación es un instante. Mexicanos, paciencia, paciencia y a procrear.»
En la actualidad el lingüista Humberto López Morales ha pronosticado que, en el 2050, el español podría convertirse en el idioma mayoritario en dicha nación. Está predicción se sustenta en el crecimiento sostenido de los habitantes hispanos, que actualmente representa a casi al 20% de la población norteamericana, según datos de la Oficina del Censo. El español es hablado por más de 43 millones de hablantes nativos y si se considera a los hablantes de segunda lengua, la cifra llegaría a más de 60 millones, siendo después de México el segundo país en el mundo donde más se habla este idioma. En ciudades como Laredo y Texas, el español ya es dominante en la vida cotidiana. Aunque otros especialistas insisten en que el bilingüismo y la adopción del inglés en las nuevas generaciones impedirá que suceda lo antes mencionado.
Hago votos para que independiente del lado de la frontera en que nos encontremos, perdure la fraternidad y los lazos de amistad trasciendan durante muchas generaciones.