«El objeto de toda discusión no debe ser el triunfo, sino el progreso.»

Joseph Antoine René Joubert.

Los debates entre candidatos presidenciales surgieron de manera formal en los años sesenta del siglo pasado, cuando los postulantes a la presidencia de los Estados Unidos Richard Nixon y John F. Kennedy confrontaron sus ideas en televisión nacional por primera vez en la historia. Desde entonces y hasta la actualidad estos encuentros han servido a los electores para conocer las ideas, propuestas y puntos de vista de quienes los representarán. En México el primero de estos ejercicios fue en 1994 entre Ernesto Zedillo, Diego Fernández de Cevallos y Cuauhtémoc Cárdenas. Con el correr de los años y de los procesos electorales han sufrido algunas modificaciones hasta llegar al formato que veremos el próximo domingo 7 abril a las ocho de la noche.

De acuerdo al sondeo de Poligrama, tres de cada cuatro mexicanos planean ver el debate presidencial en el que participará la doctora Claudia Sheinbaum junto con Xóchitl Gálvez y Jorge Álvarez Máynez.

Xóchitl sabe que ni la opinión pública ni las encuestas le son favorables, por lo tanto, es consciente de que el debate es su última oportunidad de remontar. Los debates en general refuerzan las tendencias, refuerzan a los seguidores de cada uno de los contendientes; solo varían las preferencias entre dos y más puntos, dan a conocer a los desconocidos y son un espacio para propaganda postdebate.

Por lo tanto, la presión que la candidata opositora, sumada a su desesperación, la llevará a una postura y declaraciones extremas. El tamaño de sus ataques será directamente proporcional a su frustración para intentar alcanzar a la puntera. Además, inútilmente ha tratado de desvincularse del PRI y el PAN por los grandes negativos que ambos partidos tienen. Se presenta como una candidata ciudadana cuando fue jefa delegacional y senadora, ambos cargos postulados por el PAN.

Mientras, la doctora Sheinbaum quien es abanderada por los partidos Morena, PT y PVEM llega al evento del domingo con todas las encuestas a su favor; luego de ser la candidata que más localidades del país ha visitado durante la actual campaña y quien más manos ha estrechado y escuchado a la gente.

Por ello y ante tal escenario es que me atrevo a asegurar que Claudia Sheinbaum ya ganó el debate presidencial a sus adversarios. Sheinbaum es la candidata con mayor y mejor preparación académica; tiene más experiencia en el servicio público; es una persona con auténtica visión de izquierda; ha trabajado por los más pobres, no tiene una visión privatizadora o que en algún momento de su vida haya privilegiado los intereses económicos sobre los sociales. Por más que los integrantes del equipo de Xóchitl le digan que tiene posibilidades de llegar a la presidencia, al tener una buena participación en el debate.

El próximo domingo seremos testigos de un choque ideológico político que enfrentan dos visiones distintas de país. Por una parte, un escenario de defensa de un sistema privatizador y neoliberal. Por la otra, un razonamiento nacionalista y de apoyo a las clases más desprotegidas, cada quien tendrá su veredicto.

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