«Las arrugas del espíritu nos hacen más viejos que las de la cara.»
Michel de Montaigne
Se podría definir a la gerontofobia como el miedo a los adultos mayores y a la vejez. En la mitología griega, Geras era la deidad que encarnaba a la senectud y se le representaba como un anciano encogido y arrugado que se apoya sobre un báculo que mira hacia a un pozo donde se encuentra un reloj de arena. Lastimosamente, su relato se perdió a lo largo del tiempo, siendo este el precedente de la actual aversión que existe hacia lo viejo y sobre todo a los ancianos en el mundo occidental moderno. Basta con hacer una revisión en redes sociales y en los medios de comunicación tradicionales para constatar que la imagen dominante en los mejores espacios, es la de gente joven vistiendo a la última moda. El estereotipo que se ha querido imponer en los últimos años respecto a cómo debe verse un adulto mayor es de alguien que pretende verse y vivir como una persona joven. Al ojear los álbumes familiares se puede constatar el cambio de vestimenta, maquillaje y modo de vivir respecto al de nosotros con el de nuestras abuelas y abuelos. Quizá antes le teníamos más cariño a las canas, pero no se debe olvidar que hay viejos jóvenes y jóvenes viejos. Jesús Reyes Heroles decía que la edad es en realidad una actitud ante la vida y todos somos libres de asumir los años, las arrugas y la falta de experiencia según nuestro criterio. Hay personas en el carro de la vida que andan viendo por el parabrisas y otras que avanzan con la mirada en el retrovisor.
Tal ha sido la fobia e inclusive el odio que existe hacia los adultos mayores que, de acuerdo a datos de la Encuesta Nacional Sobre Discriminación de 2022, cuatro de cada 10 personas mayores dijeron que en los últimos cinco años se les negó injustificadamente alguno de sus derechos. Cuatro de cada 10 personas mayores aseguraron haber sido discriminadas al momento de buscar empleo. El principal problema que viven los adultos mayores, de acuerdo a dicho análisis, es que sus ingresos económicos no son suficientes para satisfacer sus necesidades cotidianas. El actual Gobierno de México emprendió una labor fundamental para
dignificar a los adultos mayores con el programa de Pensión para el Bienestar, que entre 2018 y 2024 tuvo un crecimiento del 471%; al pasar de mil 160 pesos bimestrales al inicio del sexenio, a seis mil pesos bimestrales hacia el último año de la administración. Las pensiones han empoderado a nuestros adultos mayores, pero a su vez han ocasionado que algunos sean visitados por sus seres queridos únicamente por el interés económico. Otros han sido y son víctimas de abuso por parte de familiares o conocidos que, bajo el pretexto de “administrarles su dinero” o realizar alguna diligencia, les roban. Estas acciones son reprobables y son de las peores manifestaciones de gerontofobia. Sin embargo, la mayoría de los que reciben la pensión en comento han mejorado significativamente su calidad de vida.
Como sociedad debemos de emprender una labor colectiva para valorara a nuestros viejos y a nuestros antepasados. En la mayoría de los casos la senectud encarna a la sabiduría, autoridad, experiencia y conocimiento. Es cierto, todos los que hoy son viejos antes fueron jóvenes e infantes. Así como es lamentable que se les estafe o engañe a los viejos, son igualmente negligentes los casos de niños que trabajan y son víctimas de explotación. Aquellos que en lugar de jugar y soñar trabajan. El rey poeta Nezahualcóyotl, un longevo sabio, habla de lo efímero de la vida del ser humano y de una manera magistral concluye que la vida toda solo es un instante: “Aunque sea de jade se quiebra, / aunque sea de oro se rompe, / aunque sea plumaje de quetzal se desgarra. / No para siempre en la Tierra: / sólo un poco aquí.”