«No es arte si hay sufrimiento, no es tradición si se hace con crueldad.»

Sacarías

El pasado martes, el Congreso de la Ciudad de México aprobó una reforma histórica que prohíbe las corridas de toros con violencia, transformando la tauromaquia tradicional en espectáculos sin sangre. Esta decisión, respaldada por 61 votos a favor, marca un hito en la protección de los derechos de los animales en la capital mexicana. Durante años, diversas iniciativas buscaron abolir las corridas de toros, 20 en total, desde 2009 a la fecha, por parte de diputadas y diputados de distintas corrientes políticas, además de ciudadanas y ciudadanos. En el 2013 y 2016 las presenté ante el Pleno de la Asamblea Legislativa del D. F. Posteriormente en el primer y segundo Congreso de la CDMX propuse que se realizaran diversas reformas a la Constitución de la Ciudad, a la Ley para la Celebración de Espectáculos Públicos y a la Ley de Protección y Bienestar de los Animales. En varias legislaturas se creó la Bancada Animalista con el objetivo de impulsar leyes que ayudaran a mejorar las condiciones de vida de los animales, en colaboración con integrantes de la sociedad civil. Aunque estas propuestas no prosperaron en su momento, sirvieron para sentar las bases del debate actual respecto a la importancia de proteger a los seres sintientes de prácticas crueles.

La presidenta Claudia Sheinbaum también ha jugado un papel fundamental en este avance. En diciembre de 2024, presentó reformas constitucionales para que fuera prohibido el maltrato animal a nivel federal, estableciendo que el Estado mexicano debe garantizar la protección, el trato adecuado y la conservación de los animales. Además, se incluyó la protección animal en los planes educativos, buscando fomentar una cultura de respeto desde temprana edad.

En una corrida tradicional, el toro es sometido a una serie de agresiones que culminan con su muerte. Desde su entrada al ruedo es picado con lanzas, banderillas y finalmente una espada que busca atravesar sus órganos vitales. Este proceso no solo causa un dolor extremo al animal, sino que también lo somete a un estrés y sufrimiento prolongado. La reciente reforma elimina el uso de estos

instrumentos, permitiendo únicamente el uso del capote y la muleta, limitando la duración del espectáculo a 10 minutos. Resulta paradójico que, a pesar del evidente maltrato animal, la tauromaquia haya sido declarada Patrimonio Cultural Inmaterial en ocho estados de la República mexicana: Aguascalientes, Querétaro, Guanajuato, Zacatecas, Tlaxcala, Hidalgo, Colima y Nayarit. Esta designación plantea una reflexión profunda sobre los valores que como sociedad decidimos preservar y promover. ¿Es justificable mantener una tradición que se basa en el sufrimiento de un ser sintiente?, ¿bajo qué criterio se puede llegar a considerar a la tauromaquia como Patrimonio Cultural Inmaterial?

El respeto y la empatía hacia los animales han ganado terreno en las últimas décadas y muchas sociedades han optado por abolir espectáculos que implican crueldad. La prohibición de las corridas de toros con violencia en la Ciudad de México es un reflejo de este avance. Es cierto que la tauromaquia genera empleos y tiene un impacto económico en ciertas regiones. No obstante, la economía y la ética no deben estar en conflicto. La transición hacia espectáculos sin violencia puede abrir nuevas oportunidades laborales en áreas como el turismo cultural, las artes escénicas y la educación. Además, la reconversión de plazas de toros en espacios para conciertos, exposiciones y otros eventos puede revitalizar la economía local sin recurrir al maltrato animal.

La decisión del Congreso de la Ciudad de México es mucho más que una simple prohibición: es un acto de justicia y evolución. Reconocer que los animales son seres sintientes y que merecen vivir sin ser explotados ni lastimados en nombre de la tradición, es un avance significativo que nos recuerda que la cultura, al igual que la sociedad, debe adaptarse y mejorar. Este logro, producto de años de iniciativas legislativas, reformas constitucionales y esfuerzos de la sociedad civil, es un ejemplo de que podemos construir un futuro en el que la compasión y el respeto prevalezcan sobre la violencia y la indiferencia.

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