“El mayor bien es la salud; sin ella, todo lo demás pierde valor.”
A. Schopenhauer
El pasado 6 de octubre, la presidenta Claudia Sheinbaum anunció la creación del Sistema de Salud Nacional, cuyo objetivo será transformar la manera en que las y los mexicanos acceden a la atención médica.
Este paso es fundamental, ya que, según la Organización Mundial de la Salud, garantizar el derecho humano a la salud sin discriminación implica asegurar las condiciones necesarias para que cada persona pueda desarrollar su vida con libertad y oportunidades. Sin salud no hay aprendizaje, no hay posibilidad de sostener un proyecto de vida ni de participar activamente en la sociedad. Proteger este derecho transforma realidades, rompe ciclos de exclusión y amplía horizontes. Además, constituye la base para el ejercicio efectivo de otros derechos, como la educación, el trabajo, la equidad y la justicia social.
De consolidarse, en 2027 el Sistema de Salud Nacional tendría como columna vertebral un registro único para cada ciudadano, lo que facilitaría la atención médica en cualquiera de las tres principales instituciones de salud pública del país: IMSS, ISSSTE e IMSS-Bienestar.
En términos generales, un sistema de salud universal ofrece varios beneficios clave, tanto a nivel individual como colectivo. En primer lugar, facilita el acceso a servicios preventivos, de tratamiento y de rehabilitación. Esto no solo mejora la salud de la población, sino que también reduce la propagación de enfermedades, contribuyendo a una mejor salud pública en general. La atención oportuna evita que
padecimientos menores se conviertan en problemas graves, mejorando así la calidad de vida y reduciendo la carga de enfermedad.
Otro beneficio fundamental es la protección financiera. Actualmente, muchas personas en México enfrentan barreras económicas para acceder a atención médica, lo que las obliga a endeudarse o vender bienes para cubrir los costos de un tratamiento. Este dato es especialmente relevante si se compara con países como Costa Rica, donde se garantiza la cobertura a toda la población y el gasto de bolsillo representa cerca del 22.4 % del gasto sanitario total. En México, esa proporción es mucho mayor, alcanzando el 38.8 %. Según el Centro de Investigación Económica y Presupuestaria (CIEP), este gasto directo de las familias mexicanas está muy por encima de otros países del continente, como Colombia (13.6 %), Brasil (22.4 %) y Argentina (24.4 %). Si el sistema llega a materializarse, las y los mexicanos podrían recibir atención sin comprometer su estabilidad financiera ni caer en situaciones de pobreza por gastos médicos.
Una ventaja adicional de este sistema es la equidad en el acceso a los servicios de salud. En el pasado, las personas con menos recursos o aquellas no afiliadas a alguna institución pública han enfrentado grandes dificultades para acceder a atención médica. Con la implementación del nuevo sistema, todas las personas, independientemente de su nivel socioeconómico o afiliación, podrán recibir atención de calidad.
De igual manera, se buscaría garantizar una cobertura universal e igualitaria, acercando los servicios de salud a cada rincón del país. Esto representaría un avance significativo en la lucha contra las desigualdades sociales. Además, contribuiría al fortalecimiento económico de México: una población sana es más productiva y tiene mayor potencial para contribuir al desarrollo social y económico. La buena salud no solo reduce los costos médicos, sino que también fortalece la economía a largo plazo.
Si bien el sistema buscaría centrarse en atender los aspectos fundamentales de la salud pública, en un futuro cercano podría incorporar innovaciones clave, como consultas por telemedicina y la digitalización universal de expedientes médicos, lo que facilitaría un acceso más rápido y eficiente. También sería necesario adoptar un enfoque proactivo, con programas de prevención y educación sobre hábitos saludables.
En cuanto a la salud mental, se orientaría hacia una línea preventiva, educativa y personalizada, con un acompañamiento continuo que garantice el bienestar a largo plazo y con contacto humano. Además, sería fundamental desestigmatizar este tema y promover espacios seguros donde se normalice su tratamiento y concientización.
Sin duda, alcanzar esta meta representaría uno de los mayores logros del sexenio de la presidenta Claudia Sheinbaum y la consolidación del “Segundo Piso de la Transformación”. Acceder a un sistema de salud universal sólido, con financiamiento centralizado y acceso equitativo, no solo aliviaría la carga financiera de los hogares, sino que también representaría un avance sustancial en los indicadores nacionales de salud y en el fortalecimiento de la seguridad social. Este modelo traza un rumbo claro para México hacia una cobertura sanitaria justa, eficiente y sostenible.