Cierto es que el actual monarca del mundo ha asegurado su lugar en la historia de la F1. Sin embargo, en su carrera deportiva ha cometido errores, la mayoría por su poca paciencia.
A Max Verstappen le tomó seis años lograr su primer título en la máxima categoría, tiempo en el cual Red Bull le apostó con fuerza (y lo sigue haciendo), a pesar de los choques que tuvo en su ascenso a la cima. A muchos, ya se les olvidó el desastre que causó precisamente en el circuito de Bakú, en 2018, donde —defendiendo su posición contra su entonces compañero Daniel Ricciardo— cambió su trayectoria un par de veces, generando la colisión entre ambos, que los dejó fuera de combate.
También está el incidente sobre el Ferrari de Sebastian Vettel en China, ese mismo año. Max se ganó una sanción de 10 segundos cuando, buscando rebasarlo, lo tocó y dejó al alemán (y a él mismo) fuera del podio.
Max es humano y, como todo piloto, está expuesto a las consecuencias de ir al límite. Sin embargo, había aprendido a seleccionar sus batallas, capitalizando puntos importantes de la mano de un manejo superlativo en un auto diseñado en torno a él.
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Pero la ecuación de 2023 ha cambiado para Verstappen, pues Checo Pérez pasó de ser Ministro de Defensa a Secretario de Guerra, yendo del célebre “Checo is a legend“ de 2021, al “Checo es mi único rival en este momento”. La situación es inédita para Max, pues nunca había tenido al “enemigo” en casa, y la presión ha comenzado a subir.
A lo largo de la presente temporada, Max ha visto cómo el piloto nacido en Jalisco está cada vez más cerca. Para muchos, que Verstappen se quedara fuera de la Q3 en Arabia Saudita se debió —en parte— a que le exigió de más a su RB19; este fin de semana, durante la Sprint Race que ganó Checo, el neerlandés se quejó amargamente del contacto que tuvo con el Mercedes de George Russell. El Max ansioso nuevamente apareció, en tanto que Checo se llevó la carrera de este sábado.
La reacción corporal de Verstappen, al bajarse del coche, lo decía todo: el rostro desencajado, reclamándole a Russell y llamándole “idiota”, mientras que Checo lucía fresco y sonriente. La moneda sigue en el aire para un campeonato apenas llegando a su cuarta parada, pero la impaciencia de Max lo ronda como su peor enemiga, siendo la mejor aliada de Pérez.