De cara a los comicios a celebrarse en junio de 2024, varias costuras quedan expuestas al revisar las intervenciones y narrativas dispuestas al día de hoy. Será que transitamos tiempos donde las elecciones se convierten en competencias oligárquicas entre instituciones burguesas bajo reglas de mercado, pero lo percibido en las precandidaturas presidenciales entusiasma a casi nadie y deja más inconformidades que certezas.
En el caso del Frente Amplio la mayor cantidad de cuestiones prometidas fueron incumplidas. No existió un proceso donde varios perfiles contrastaran visiones de país. El primer grupo de expertos electorales ciudadanos declinó antes de empezar, y el segundo apareció solo en la víspera y ni las manos metió. Cayeron como hojas los políticos que decidieron seguir participando de un diálogo de sordos.
Al final, los partidos opositores apuraron un amasijo para dejar de manifiesto que Xóchitl Gálvez era el “dedazo” del Frente, y la suerte de primarias esbozadas en un inicio derivó en mensajes cruzados entre las dirigencias del PAN y PRI, con Beatriz Paredes utilizada e ignorada en sus intenciones de contender la interna.
En el caso del oficialismo resalta un libro de reciente publicación: “Claudia Sheinbaum presidenta”. Escrito por el periodista y cronista Arturo Cano, relata el camino de la aspirante a candidata presidencial por Morena desde la infancia, los días en el CCH Sur, y con el movimiento del CEU como marco referencial, hasta la etapa donde llegaron los reflectores, mítines, entrevistas, encuestas y conciertos masivos en el zócalo capitalino.
El documento vale por la recuperación de personajes, movimientos, expresiones y luchas sociales a distintos niveles en las cuales Sheinbaum tuvo participación y presencia. Por momentos el texto devela y delinea a una activista, en otros a una –hasta cierto punto– ingenua científica. Botón de muestra:
“Me dedicaba a hacer el doctorado [en Stanford], a trabajar y a vivir con los niños. Una época bonita. Pero al mismo tiempo, con todo y que nosotros somos de tez blanca también había discriminación... Lo más rico era irse a comer por ahí, donde había las mejores carnitas, porque todo Aguililla, Michoacán, vive en Redwood City”.
En otros pasajes, Cano expone a una política incapaz de reconocer los yerros propios. Siempre es culpa de alguien más. Por ejemplo, las redes sociales. De vuelta al libro:
“Eso fue totalmente auténtico. El vendedor me llamó ‘jefa, jefa, véngase a comer’, y fue así, no creas que fue algo ensayado lo de ir a comer tacos”.
La paradoja surge también cuando observamos el ejercicio como candidata en algunas plazas públicas del país. En múltiples escenarios, y ante lo que en el guion son provocaciones en forma de arengas para que la concurrencia responda, se abrió paso el silencio, haciendo a los asistentes voltearse a ver entre sí. La distancia y desconexión entre Sheinbaum y los simpatizantes morenistas se mantuvo. Hablan lenguajes distintos.
Por ejemplo, en el cierre del día 26 de agosto en el Monumento a la Revolución la exjefa de gobierno externó que la suya era una posición de “presente con futuro”. Lo anterior podría resultar incluso inocuo, si no evidenciara una condición señalada por Walter Benjamin en la XVII tesis sobre el concepto de historia, y que cabe en un contexto como el mexicano, dominado y controlado políticamente por un presidente que imprime al pasado la condición de inolvidable.
“El materialismo histórico aborda un objeto histórico única y exclusivamente allí donde este se le enfrenta como mónada. En esa estructura reconoce el signo de una detención mesiánica del acontecer o, dicho de otra manera, una oportunidad revolucionaria en la lucha en favor del pasado oprimido”.
O sea, si AMLO gana la conversación pública todos los días se debe, en parte, a que identifica que existe una franja mayoritaria de la población cuya condición de oprimida (al igual que su pasado) la dota de un hambre permanente de justicia, de reparación del daño. En suma, para el pueblo el futuro resulta irrelevante, toda vez que aún no sana el pasado. Permanece oprimido.
Pese a ser una mujer de ciencia, no necesariamente las ciencias sociales aparecen en la ejecución de la doctora Sheinbaum cada que dirige mensajes al público. Ignora de manera sistemática que no existen leyes de la historia, ni existe un lenguaje que hayan apropiado las masas que les permita identificar el “futuro”, porque son hechos sociales que aún no ocurren.
Al involucrar “futuro” en un contexto de autoconcedida transformación, invita a acatar las reglas, y no a romperlas para construir una nueva realidad social. En suma, reproduce patrones que confirman y ensanchan la brecha entre los políticos empoderados y los ciudadanos desempoderados.
Imaginen que cuando la morenista inició el andar relatado por Cano allá en el CCH Sur y siendo los años 80, alguien le hubiera intentado enseñar que la suya era una ruta determinada por leyes de la historia que la llevarían a participar de procesos sociales con tal o cual tono y manera. Además de inexacto, hubiera sido agresivo.
En el aferrarse intuitivamente a recibir el aval de López Obrador, Sheinbaum dijo muy poco a una población con carencias de todo tipo, fundamentalmente de empoderamientos que le permitan participar de la arena política para, en un proceso sostenido de desarrollo de capacidades, tomar los asuntos públicos en sus manos y decidir aquello que considere mejor para vivir feliz.
La encomienda que la exjefa de gobierno podría tener frente a sí no es menor. Será la encargada de darle viabilidad a un país con millones de pobres, sin política industrial, con cientos de miles de desaparecidos, con escuelas sin agua, drenaje, bancas, salones, pizarrón, con una delincuencia que participa ya de las instituciones formales, con desnutrición, con crisis de representación, con déficit democrático, que persigue y criminaliza migrantes… más lo que se acumule de aquí a junio.
¿Debe existir un viraje en la comunicación y estrategia política de la posible candidata presidencial? Los números dicen que no y que con decir: “ya no soy la jefa de gobierno” alcanza. Preguntas quedan en el aire: ¿la del 2023 es la misma Claudia Sheinbaum que aparece en el libro escrito por Arturo Cano? ¿Dónde se puede encontrar a la activista de izquierda, que resistía un sistema autoritario, que protestó contra Carlos Salinas, a la adolescente del Comité Estudiantil de Solidaridad Obrero Campesina? Quizá este país pueda darse el lujo de conocerla mientras la banda presidencial le cruza el plexo solar.
Consultor en El Instituto