Resulta obvio que las versiones propagadas en el mundo de la marcha del sábado encierran exageraciones de buena fe, o francas mentiras. Entre esta últimas figuran las de Alex Jones, el fanático estadounidense de ultraderecha y las de Barron Trump, así como las portadas de varios periódicos, incluyendo, extrañamente, The Guardian y Los Angeles Times. No es inminente la caída del gobierno de Sheinbaum, ni existe un repudio generalizado en México a la corrupción y la violencia. De haberlo —y en eso tiene razón Sheinbaum— sus números de aprobación, aunque descendieron mucho, no se mantendrían en los niveles actuales.
Pero es innegable que el mundo vio las imágenes, y en todo caso, las revisó el personaje más importante del mundo para Sheinbaum y México. Trump comentó las protestas en una larga entrevista el lunes, cuando también lamentó que “no estaba contento con México”. Todo esto, aunque la Embajada de Estados Unidos aquí, en un intento de control de daños, haya posteado más bien las declaraciones elogiosas de Marco Rubio. Especulé el viernes en un blog que la Presidenta se hacía un flaco favor publicitando a tal grado la marcha. Persiste en su error, al denostarla por ser de derecha, de viejos (¡me ofende!) y de extranjeros.
Entiendo su dilema. Cada día se descomponen más frentes abiertos, de los que ya hemos hablado aquí. Y no se cierra ninguno: ni Sinaloa, ni las negociaciones con Washington sobre los aranceles, ni el huachicol fiscal, ni La Barredora y Adán Augusto. Esto sucede en el marco de una economía que se enfría cada vez más, y de un ánimo social que comienza a enardecerse, aunque solo fuera entre grupos minoritarios. El problema no reside en la gravedad objetiva de la situación —es adversa, sin más— sino en las heridas autoinfligidas de un gobierno sin brújula aparente.
En este contexto la Fiscalía General de la República resucita el caso Colosio. No todos los lectores recuerdan que, desde un principio, circuló la versión según la cual, además de Mario Aburto, se presentó un segundo tirador en Lomas Taurinas. Primero se habló de Jorge Antonio Sánchez Ortega, un agente joven del Cisen asignado al seguimiento del candidato, y luego Pablo Chapa Bezanilla inventó a Othón Cortés, detenido un año después y absuelto, al igual que Sánchez Ortega.
Las múltiples investigaciones realizadas en esa época concluyeron claramente que Colosio murió de dos balazos (en realidad el primero, al cerebro, fue el decisivo), disparados con el mismo revólver Taurus (brasileño) que portaba Aburto. Ambos casquillos fueron encontrados en el revólver al ser detenido Aburto. Se descartó la tesis del segundo tirador por falsedad evidente: si solo fueron dos disparos y ambos con la misma arma, no podía existir otro balazo ni otro asesino.
En tres ocasiones —octubre de 2023, noviembre de 2023 y enero de 2024— Alejandro Gertz y López Obrador procuraron revivir la falsa y refutada tesis. Por lo menos cuatro jueces negaron el auto de formal prisión, por falta de pruebas. Lo volvió a intentar Gertz hace un par de semanas, y en esta ocasión el juez Daniel Marcelino Niño Jiménez, del Cuarto Distrito en Materia Penal del Estado de México, dictó la prisión formal. Lo cual significa que habrá un juicio, donde Sánchez Ortega será acusado de homicidio y se declarará inocente o culpable. El juez accedió a la solicitud de Gertz gracias a dos pruebas contenidas en el expediente elaborado por el Sub-Fiscal Juan Ramos López antes de morir en 2023.
La primera consiste en el testimonio de una tal Leticia Ortiz, compañera de trabajo de Aburto, que afirmó haber identificado a Sánchez Ortega cuando visitó a Aburto en tres ocasiones en la maquiladora donde laboraba Aburto. La segunda radica en los trazos de GSR (plomo, bario o antimonio) encontrados en un peritaje balístico de 2023 en la chamarra de Sánchez Ortega.
Pero se ha especulado que el expediente no se limita a las pruebas. Establece una cadena de mando, que explica, en mi opinión, el interés de López Obrador, Sheinbaum y Gertz, de reabrir el caso. Se afirma que Sánchez Ortega le respondía a otro agente junior del Cisen, de nombre Genaro García Luna, que incluso lo rescató de Tijuana en aquellos días aciagos de 1994. Este, a su vez, le reportaba al Director del Cisen, Jorge Tello Peón, quien seguía las orientaciones del Gabinete de Seguridad Nacional y de su secretario técnico, así como del secretario de Gobernación. El jefe de ambos, por último, era Carlos Salinas de Gortari. Es esta cadena de mando que va a ser presentada en el juicio por la Fiscalía, y es este escándalo el que busca revivir el gobierno.
Aquí surgen varias dudas. La primera es el paradero, el destino, la vida misma, de Sánchez Ortega, entre 1994 y 2025. Según Chat GPT, la nota del auto de formal prisión menciona que fue directivo de Peak Growth Capital, pero no arroja más información. Grok señala que siguió en el Cisen; en 2008 fue reasignado a Coahuila donde se acercó a los familiares de las víctimas de Pasta de Conchos. Entre 2009 y 2023, se pierde el trazo. Se antoja que hoy, a diferencia de hace treinta años, cantará la canción que le pidan.
En segundo lugar, aunque el juez Niño Jiménez sea de los que permanecieron en su cargo desde antes de las elecciones del poder judicial, es probable que sea sensible a la amenaza que pende sobre todos los magistrados, electos o no: el Tribunal de Disciplina Judicial, cuyos fallos son inapelables y pueden ser fatales para la carrera y el empleo de cualquier integrante del poder judicial.
La tercera duda es si el impulso de todo este teatro montado proviene de Palacio Nacional o de Palenque. Algunos pensarán que a estas alturas da lo mismo. No estoy seguro. López Obrador tendría sus razones, no electorales, para seguir buscando condenar a Salinas, aunque fuera en ausencia, porque nunca los españoles lo extraditarían. Poco importa que la acusación a Sánchez Ortega sea falsa, y que la tesis de la cadena de mando no valga. Para AMLO, se trata de un asunto de legado, no de hechos ni de votos. En cambio, no veo qué tendría que ganar Sheinbaum con el numerito. Puede distraer a la opinión durante un rato, pero también meterse en otro pleito internacional que no necesita. Ojalá, y por lo menos, que no le eche ganitas al asunto.
Excanciller de México

