A unas horas del debate Biden-Trump, los pronósticos muestran que el candidato demócrata es el rival a vencer. Para The Economist y 538 los momios están claramente a favor de Biden: su probabilidad de ganar el colegio electoral y por ende la presidencia oscila entre 78 y 85 por ciento dependiendo de la agregadora de encuestas. En otras palabras, un triunfo de Biden es 4 veces más probable que un triunfo de Trump.

Sin embargo, el fantasma de 2016 ronda en la cabeza de muchos. Quienes hoy le dan la victoria a Biden también anticiparon la victoria de Hillary Clinton. Una pesadilla recurrente es que las encuestas se equivoquen otra vez. Poco importa que en 2016 acertaron a nivel nacional. Lo que falló fue el pronóstico del colegio electoral que se basó en mediciones estatales de cuestionable calidad.

El periódico The New York Times ha recogido esta preocupación y tiene una sección sobre qué pasaría si las encuestas se equivocan como en 2016. Su respuesta: Biden ganaría apretadamente con 280 votos en el Colegio Electoral, aventajando a Trump por 22 votos. Bajo este escenario, estados como Wisconsin (Biden +6) u Ohio (Biden +2) terminarían en manos de Trump. Estados que hoy se consideran en disputa como Carolina del Norte, Iowa o Florida acabarían también en manos del republicano. Sin embargo, no serían suficientes para lograr la reelección de Trump.

El análisis del Times muestra también otra posibilidad. Si en lugar de los errores de 2016 se repitieran los errores de la reelección de Obama (2012), el desenlace sería una contundente victoria de Biden, mucho más amplia de la que hoy perfilan las encuestas. En 2016 las encuestas sobreestimaron al candidato demócrata pero en 2012 lo subestimaron. Si la ventaja promedio de Biden es de +7, en realidad alcanzaría una ventaja de +10 el día de los comicios.

Este interesante ejercicio numérico realizado por The New York Times ilustra un aspecto fundamental de la ciencia detrás de las encuestas. Siempre existe la posibilidad (y la realidad) de que las encuestas se equivoquen al medir las preferencias ciudadanas, pero la fortaleza del método reside, entre otras cosas, en que el error sea aleatorio y no sistemático. Algunas encuestas pueden diferir en quién tiene la delantera, pero el error se cancelará si es aleatorio. En 2016 ello no ocurrió a nivel estatal. De ahí la importancia de tener muchas mediciones de calidad y de lo útil que resulta agregar los resultados de todas las encuestas.

La naturaleza diferente de los errores estatales en 2012 y 2016 apunta a otro elemento clave en la industria demoscópica: la mayoría aprende de sus errores y ajusta sus métodos para evitar que estos se repitan. A raíz de la elección pasada, muchas encuestadoras en EU ya ajustan sus mediciones para que reflejen correctamente el nivel educativo de la población. El consenso es que esta omisión fue el origen de la falla de cuatro años atrás. La corrección busca que 2016 no se repita jamás.

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