El presidente López Obrador no se equivoca al apostar electoralmente por una reforma electoral que reduzca el costo de la democracia en México, a través del Instituto Nacional Electoral (INE), los quinientos diputados –doscientos pluris—y los ciento veintiocho senadores –treinta y dos pluris--, ya que en cualquier encuesta que se haga al público en general saldrán los legisladores y en general la clase política como los peor calificados; así como el ejército y la marina como los mejor calificados; ¿pero es esto suficiente para justificar tocar al INE?
Contar con instituciones consolidadas está demostrado que trae buenos resultados, despersonaliza y aleja lo que nos afecta a todos de las veleidades de quien gobierna. Consolidar al INE, antes IFE y separar del poder gubernamental y presidencial el control de las elecciones ha llevado 32 años y no obstante es válido evolucionar y reformar a las instituciones, no lo es destruirlas y anularlas, ya que son de todos y trascienden al espacio de poder de un gobierno o un presidente.
En esta batalla por independizar de la SEGOB la organización de las elecciones coincidieron tanto AMLO como Santiago Creel, por ejemplo, aunque hoy se enfrenten todos los días. Cosas curiosas de la política, pero ciertas.
La reforma electoral de AMLO propone reducir de 11 a 7 los consejeros electorales y que sean designados por elección abierta, desaparecer los tribunales electorales locales , desaparecer al INE y transformarlo en el INEC (Instituto Nacional de Elecciones y Consultas), facilitar el voto desde el extranjero, impulsar el voto electrónico, eliminar a los pluris reduciendo a los senadores de 128 a 96 y a los diputados de 500 a 300 diputados.
Igualmente, propone eliminar el financiamiento ordinario, es decir, de todo el año y solo dejar financiamiento durante campañas, incluir la revocación de mandato y que la propaganda en radio y televisión sea solo para partidos y candidatos, y no para la autoridad electoral.
El dilema radica en que a primera vista y con el desprestigio de la clase política, sea justificado o no, no hay manera que la mayoría –por no decir la totalidad—de estas medidas sean aplaudidas por la mayoría de los mexicanos. Por no mencionar las pifias del propio IFE que hace encuestas que se le filtran y le pegan como “boomerang” al validar la opinión favorable del 93% de la población por que se reduzcan los recursos públicos para los partidos y que el 87% busque la disminución de diputados y senadores.
De entrada implica una reducción presupuestal estimada en veinticinco mil millones de pesos y el gusto emocional de la mayoría de la población porque le estarán pegando a los muy mal percibidos legisladores; pero el diablo está en los detalles y eliminar por ejemplo los tribunales electorales locales o reducir en 4,475 millones el presupuesto del INE harán
inoperante todo el sistema electoral y nos hará retroceder en el tiempo subordinando a la autoridad electoral el poder político, que no popular, ya que la elección abierta de consejeros será manejada por los partidos políticos de cualquier forma ya que son los que saben de ganar elecciones y tienen las estructuras de tierra para hacerlo.
Como se ven las cosas la reforma electoral será aprobada y lo que estará por verse es si va a fortalecer o debilitar a nuestra democracia . Aquí vale la pena el dicho popular que reza: “a lo que pretendes sí pero no así”.
Veamos cómo se matiza y en que termina este drama, esperemos como sociedad no entrar con tijeras y salir trasquilados, lo que sí es un hecho es que, para bien o para mal, en operación política el gobierno se las sabe de todas, todas. Ojalá la oposición entendiera que requiere base social para ser contrapeso.
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