Cuando Morena triunfó en 2018 se anticiparon diversos cambios de fondo en México, entre otros en la educación. Lo que no era claro es en qué dirección se darían dichos cambios; entonces la línea principal era la lucha por la “educación de calidad”.
Se anticipaba que continuaría el conflicto entre las autoridades educativas y el magisterio, sobre todo con la CNTE, aunque la añeja relación con AMLO podría abrir algunos márgenes para distensionar la relación obrero-patronal. No se sabía mucho más.
Llegó Esteban Moctezuma Barragán como secretario de Educación. Ahora es claro que su cometido básico era desarticular la llamada “Reforma Educativa”, lo que hizo puntualmente. Se disipó el afán por la calidad y se desmantelaron iniciativas como las escuelas de tiempo completo y el Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación. No se supo mucho más acerca de la orientación general de la educación en México.
Con la llegada de la texcocana (Delfina Gómez), cercana aliada política de AMLO, famosa por extraer “aportaciones” económicas de los empleados de ese municipio para la campaña de López Obrador, perduró la incertidumbre, hasta que poco a poco quedó claro que su misión era cambiar el modelo educativo, que el gobierno llamó “neoliberal” a otro, sin concretar las principales líneas de ese nuevo. Los artífices de esto fueron Marx Arriaga y Luciano Concheiro Bórquez que, en un par de intervenciones públicas, sorprendieron a todos. Plantearon un giro hacia una educación ideologizada y anacrónica, producto de una especie de marxismo trasnochado. En todo caso, no quisieron o no pudieron concretar tareas indispensables para concretar su proclamado cambio, como modificar contenidos educativos y publicar nuevos libros de texto. Salvo por la cancelación de las escuelas de tiempo completo, no se recuerda nada más de la gris gestión de la profesora Delfina Gómez, ahora precandidata de Morena a gobernadora del Edomex, de no ser por un manejo titubeante y equívoco de la educación durante la pandemia. 5 millones de niños mexicanos perdieron, cuando menos, un año de escolaridad.
Esta semana inició la tercera etapa de la gestión de Morena en educación, con el nombramiento de la profesora Leticia Ramírez Amaya como secretaria de Educación. Inició con un gran borlote, al anunciar un plan educativo “anticolonialista”. ¿En serio?
Lo que se puede concluir en educación durante el periodo 2018-2022 es muy lamentable. Primero, que la calidad de la educación no es importante para el gobierno de Morena y que en cuanto a cobertura no saben qué hacer. Segundo, que una mejora de las relaciones entre el gobierno de Morena y la CNTE no se materializó, a pesar de múltiples concesiones que le otorgó, incluso la propia SEP.
Todo lo anterior es consistente y refleja el rechazo del conocimiento en general por parte de López Obrador y Morena. Haciendo alarde de su ignorancia y de su confusión ideológica creen identificar en el sistema educativo del Estado Mexicano, de Justo Sierra, Vasconcelos, Bassols, Agustín Yáñez y Jesús Reyes Heroles, por mencionar algunos, una conspiración.
El daño va más allá, pues en los hechos descalifica la educación basada en el conocimiento, que los escolares vayan adquiriendo con su esfuerzo, el mérito y el amor a México y su historia. Ese planteamiento es por demás destructivo y con graves daños a mediano plazo, obstáculo para construir una mejor sociedad, más bienestar y mayor competitividad.
Es un planteamiento que hunde más al país en una carrera hacia el fondo, pues desde su perspectiva no se justifican ni aspiraciones de las personas ni de la sociedad mexicana en su conjunto.
Presidente de GEA Grupo de Economistas y Asociados / StructurA
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