Alexander Skobov, héroe de la resistencia rusa, nacido en 1937, es un hombre de izquierda, con el antecedente glorioso de haber sido preso político soviético en tiempos de Brezhnev; periodista, historiador, defensor de los derechos del hombre. Entregó crónicas a Grani.ru, uno de los primeros medios prohibidos por Putin en 2014. Se encuentra en la cárcel por haber condenado la guerra de agresión contra Ucrania, y al régimen que la lleva desde hace más de 1,200 días. Arrestado en abril de 2024, el 21 de marzo fue condenado a 16 años de prisión por “llamado al terrorismo” y “participación en una organización terrorista”. Seriamente enfermo, le espera una muerte lenta y dolorosa.
Observemos lo que dijo el 18 de marzo al tribunal militar. Después de mencionar el caso de Evgueni Berkovich y Svetlana Petriychuk, mujeres condenadas por su producción teatral, afirma que su caso “es radicalmente diferente porque no concierne a la libertad de expresión, sus límites y el abuso de éstos. Mi caso se relaciona con el derecho del ciudadano de un país que sufre una guerra de agresión injusta, de ponerse plena y enteramente del lado de la víctima de la agresión. Es el derecho y el deber de un ciudadano del país que resiste tal guerra.
La dictadura nazi de Putin es una agresión de un tipo peculiar que declara legalmente que su guerra no es una guerra, y considera toda oposición armada a su agresión como terrorista. No reconoce la existencia de un opositor armado, legítimo y legal (como el ucraniano). Los informes obligatorios del mando ruso califican siempre a los miembros del ejército ucraniano de “militantes”. ¿Tiene esto algo que ver con el derecho? Claro que no.
Mi caso es el de mi participación en la resistencia armada a la agresión rusa, en calidad de propagandista en las redes. La meta de todos mis discursos era conseguir una expansión radical de la asistencia a Ucrania (…) Para lograrlo, me negué a emigrar y llegué de manera deliberada a la cárcel. Así mis palabras suenan más y pesan más”.
Luego señaló que los jueces hubieran podido acusarlo de “alta traición”, que sabían que había aportado dinero propio para ayudar a Ucrania en la compra de armas y que públicamente había invitado a seguir su ejemplo. ¿Por qué no lo hicieron? “Entre las personas que condenan moralmente la agresión rusa y corren el riesgo de ir a la cárcel, pocas son las que se atreven a apoyar a la víctima de la agresión. La dictadura teme que sean más numerosas, teme a los ejemplos”. Por eso, los jueces callaron el asunto. Prosigue: “Mi caso no tiene que ver con la libertad de expresión. En esa guerra la palabra también es un arma. Los ucranianos escriben mi nombre sobre los obuses que matan al invasor de Putin. ¡Que mueran los invasores fascistas rusos!¡Que muera Putin, el nuevo Hitler, asesino y bandido! ¡Gloria a Ucrania, gloria a los héroes!”.
El 21 de marzo, en la sesión final, tomó la palabra. “Europa se acostumbró a pensar que su mundo próspero estaba protegido por un aliado poderoso, del otro lado del Atlántico. Hoy, ese mundo está golpeado por dos bandidos que actúan juntos: el del Kremlin y el de la Casa Blanca. Asistimos a un intento inmundo de alianza imperialista entre dos predadores. Si las anexiones de Putin quedan legitimadas, será una catástrofe para la civilización (…) Van a preguntarme si reconozco mi culpabilidad. Bueno, aquí, el acusador soy yo. Acuso a la clica putinesca, gangrenada por el olor de los cadáveres, de haber preparado, iniciado y llevado una guerra de agresión. La acuso de crímenes de guerra en Ucrania. De terror político en Rusia y de corrupción moral de mi pueblo ruso.
Y soy yo quién pregunta a los servidores del régimen de Putin aquí presentes, engranes insignificantes de la máquina represiva: ¿Reconocen ustedes vuestra complicidad en los crímenes de Putin? ¿Se arrepienten ustedes de su complicidad? He dicho”.
Después de enunciar el veredicto: 16 años de duro régimen, el juez pregunta:
“Skobov ¿entendió Usted el veredicto?
— ¡Gloria a Ucrania! ¡Gloria a los héroes!
— Supongo que Usted entendió. Levanto la sesión”.
Jean Meyer
Historiador en el CIDE