Plagio el título del libro de David Frum, Trumpocalypse. Restoring American Democracy. El autor es un muy respetable intelectual republicano, de toda la vida, pero, en 2016, quedó horrorizado cuando su partido escogió a Trump para la presidencia. Primero hace una devastadora crítica del gobierno de Trump, luego propone algunos remedios al daño hecho por su partido desde la guerra de Irak hasta la fecha. Trump cultivó una relación amistosa con varios gobernantes para nada democráticos y del dictador coreano Kim Jong-un, llegó a decir: “Pues, cuando tomas control de un país… y lo heredas de tu padre, si puedes hacer eso a tus 27 años, sólo uno de 100,000 puede hacerlo. Pues, es un tipo muy listo. Es un gran negociador. Pienso que nos entendemos el uno al otro”. Sin comentario.

Trump acaba de salir de la Casa Blanca, pero sigue en política y el trumpismo tiene fuertes bases sociales: 3 de 4 republicanos creen que Biden no es un presidente legítimo. En tales condiciones ¿veremos el resurgimiento de Estados Unidos como potencia democrática, sin temor a frenar populismo y despotismo en el mundo? No será fácil. Nuestro gran vecino enfrenta un cúmulo de crisis (nosotros también, Francia y España). El Covid-19 ha causado un sorprendente desastre sanitario; la recesión económica ha provocado una cesantía que perdura, un déficit comercial histórico y una deuda pública que en 2021 representará 104% del PIB.

El desastre climático no se puede atribuir al negacionista Trump, pero ahí está con el aumento de ciclones, inundaciones, sequías e incendios. Eso no tiene solución nacional y debe llevar el nuevo gobierno a volver a los acuerdos de París. La crisis política, evidenciada por la tardanza republicana en reconocer la victoria de Biden, va para largo en el ambiente de casi guerra civil fomentada por Trump. El sistema de justicia ha sido secuestrado por los ultras colocados por un presidente que destruyó el equilibrio en la Suprema Corte.

Con tantos problemas internos ¿podrá Biden remediar el eclipse de su país en el escenario internacional? Algo que dejó el campo totalmente libre para China, Rusia, Turquía. No se ve nada fácil, porque los problemas internos son demasiado grandes en cuanto a la economía y a la sociedad. Hace años que abundan las denuncias del despilfarro provocado por un modo de vida que destruye los recursos naturales, pero ¿cómo ajustar recuperación económica y defensa del medio ambiente? ¿Cómo poner fin a la polarización de la sociedad, atizada por una guerra cultural en la cual la izquierda radical del partido demócrata y los universitarios tienen una gran responsabilidad? Al privilegiar el comunitarismo sobre bases étnicas y culturales, le dan argumentos al “supremacismo” blanco, de los blancos pobres que insultan con la palabra White trash.

Biden dijo que su prioridad es “sanar y curar” la nación. Sin embargo, además de ser una tarea a largo plazo que necesita un Hércules, no es la única; Trump y sus herederos no van a ayudar. Según León Krauze, los dos senadores republicanos que podrían buscar la candidatura presidencial en 2024, el de Arkansas y el de Missouri, son más peligrosos que Trump: veteranos de guerra, con buena formación académica, belicosos, enemigos de toda reforma migratoria, defensores de las armas de fuego privadas, no cantan mal la ranchera.

Esperemos que Washington vuelva a entender la utilidad de tener aliados europeos, latinoamericanos, asiáticos; ojalá y regrese a las instituciones internacionales que Trump abandonó e insultó. Los Estados Unidos dejaron de ser una potencia hegemónica, pero tienen todavía formidables recursos humanos, tecnológicos y militares.

Historiador.

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