Nomás le falta una visita del funesto Elon Musk haciendo el saludo nazi-fascista, después de haber abrazado la extrema derecha alemana. Austria vive una crisis gubernamental que puede llevar al poder a Herbert Kickl con rango de canciller; él precisa “canciller del pueblo”, Volkskanzler, palabra preferida de otro austriaco, un tal Adolf Hitler. Todo empezó tranquilamente, si se vale decir, en septiembre de 2024 cuando la extrema derecha FPÖ ganó las elecciones federales con 29 por ciento de los votos. Los demócratas cristianos conservadores seguían con 26.3 y los socialistas con 21 por ciento; liberales y verdes tuvieron menos de 10 por ciento. Todo el mundo esperaba una coalición centrista socialcristiana para cerrar el paso al FPÖ. No hubiera sido la primera vez.

La sorpresa vino cuando, después de tres meses de negociaciones, los tres partidos democráticos anunciaron que no se ponían de acuerdo; peor tantito, el ÖVP demócrata cristiano abrió negociaciones con FPÖ el 4 de enero. Los optimistas intentaron en seguida tranquilizarnos: ese partido ha participado dos veces con el gobierno federal, incluso el señor Kinkl fue secretario de Gobernación en 2017, y su partido está presente en varios gobiernos provinciales… De acuerdo, pero siempre en condición minoritaria, mientras que ahora… Además, el presidente del ÖVP, y canciller federal, Karl Nehammer, que se había pronunciado claramente contra FPÖ, presentó en seguida su renuncia.

Si las discusiones concluyen con la unión, el gobierno tendrá una mayoría más que confortable que le aseguraría la estabilidad. Obviamente Herbert Kickl sería el dirigente de la coalición. Creo que el partido demócrata cristiano tendrá que tragar sapos porque, si las negociaciones fracasan, la única alternativa sería la disolución del parlamento, nuevas elecciones, con una extrema derecha que subiría de 29 a 35 por ciento. Además, el partido demócrata cristiano, que está en el poder desde 1987, correría el riesgo de caer debajo del 20 por ciento. Ahora bien, si se arma la coalición ¿podrán los demócratas controlar al Canciller del Pueblo?

Herbert Kinckl tiene 56 años y muchos años en la polaca; heredero y fiel servidor de sus dos predecesores a la cabeza del partido, escribía sus discursos, lo que le valía el apodo de “Joseph Goebbels”. Hijo de obreros –su padre era minero–, alumno brillante, ascético, incorruptible, tiene el programa clásico de los populistas europeos: primero, antinmigrantes, luego antisistema, anti-Unión Europea, antiperiodistas, anti- “elites” y, se me olvidaba, anti-LGBT. Y prorruso, como el húngaro Orban y el eslovaco Robert Fico. Dejo en el tintero el complotismo y el conspiracionismo, el odio a las vacunas y la preferencia por el té de manzanilla a la hora del Covid.

Repite con entusiasmo: “El derecho debe subordinarse a la política y no la política al derecho”. Es su versión de “y no me vengan a decir que el derecho es el derecho”. Una vez en el poder ¿respetaría los principios del Estado de derecho? Cuando la derecha radical gobernó Polonia, no lo hizo y se lanzó contra los jueces. De Orban y su partido Fidesz, ni hablar. Por cierto, Herbert Kickl formó, precisamente con Viktor Orban, el grupo “Patriotas por Europa”, en la extrema derecha del Parlamento europeo, en compañía de otros diez partidos europeos del mismo color.

El optimista dirá que el 71 por ciento de los austriacos votaron por partidos diferentes, no votaron Kinckl y no aceptarían una política radicalmente opuesta a sus opciones democráticas. Eso no es una garantía y hay muchos antecedentes que demuestran lo contrario. Austria es un pequeño país de nueve millones de habitantes, de modo que, es cierto, Kinckl canciller no tendría el impacto de Hitler canciller en Alemania. Pero su fraternidad con Hungría y Eslovaquia debilitaría más aún a una Europa afectada por las crisis políticas francesa y alemana, a la hora de Vladímir Trump y Donald Putin.

Historiador en el CIDE

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