¿Habrá esperanza de paz entre Armenia y Azerbaiyán, después del largo y duro conflicto bélico que opuso a los dos países entre 1988 y 2023? No es imposible, pero antes de sopesar en un próximo artículo lo que se puede esperar, tengo que recordar rápidamente lo que pasó en el siglo pasado y cuarto del presente. Las relaciones entre Armenia y Azerbaiyán, inseparables de sus relaciones con los imperios otomano y ruso, luego con Turquía y la URSS, hoy con Turquía y Rusia, constituyen un caso excepcional de interacción entre dos procesos de construcción nacional, donde la afirmación de uno determina la situación del otro.
La revolución de 1905 en el imperio ruso provocó un primer y violento enfrentamiento entre los dos pueblos, la revolución de 1917, que puso fin al imperio y llevó finalmente a los bolcheviques al poder, incitó al enfrentamiento general de todas las naciones del Cáucaso, después del fracasado intento de una Federación entre Georgia, Azerbaiyán y Armenia. Uno tiene derecho a lamentar el aborto de una construcción supranacional pero las expectativas de afirmación nacional llevaron a la guerra para mayor beneficio de Turquía y de la joven URSS. Las efímeras repúblicas armenia y azerí no pudieron resistir al embate turco y bolchevique. Después del genocidio perpetrado por el poder Joven-turco contra los armenios y de la conquista llevada a cabo por Mustafá Kemal, la supervivencia nacional armenia se debió a la existencia del territorio anexado anteriormente por el imperio ruso: corresponde más o menos a la Armenia actual. 1920 fue el año de la derrota de la república armenia, de la pérdida de la región de Kars y Van y de la matanza de los armenios de Shushi en Nagorno Karabakh.
Hasta 1988, la historia armenia y azerí se definió como la de repúblicas soviéticas en el marco de la URSS. Stalin definió sus fronteras, armando una bomba de tiempo; trazó los territorios armenios y azeríes de la manera siguiente: la región de Nagorno Karabakh, poblada en 80 por ciento por armenios, quedó enclavada en Azerbaiyán, lo que causó protestas prontamente aplacadas. De la misma manera, el Nakhicheván, con 55 por ciento de azeríes y 45 por ciento de armenios, quedó enclavado en Armenia. Como herencia de la larga convivencia en el imperio otomano, cientos de miles de armenios vivían en Azerbaiyán y otros tantos azeríes vivían en Armenia.
A la hora de la perestroika, las esperanzas nacionales no tardaron en manifestarse y los armenios del Karabakh pidieron su reunión con Armenia. Dirigentes azeríes corruptos fomentaron pogromos contra los armenios, primero en 1988 cerca de Bakú, luego en Bakú, la capital, en 1990. 300 mil armenios huyeron, otros tantos azeríes abandonaron Armenia. En octubre de 1991 Azerbaiyán proclamó su independencia, en diciembre el Karabakh declara la suya. Empezó una guerra muy dura entre las dos naciones que terminó en mayo de 1994 con una clara victoria armenia: la independencia del Karabakh era la unión de hecho con Armenia; siete distritos azeríes fueron ocupados y su población expulsada. Siguió hasta 2020 un precario alto al fuego sin acercamiento posible para resolver el conflicto.
La reanudación de la guerra fue anunciada por Azerbaiyán y Turquía en verano de 2020, con un tanteo en julio; a principios de agosto, grandes maniobras turco-azeríes en la frontera siguieron los encuentros y declaraciones comunes de los presidentes azerí y turco; el 27 de septiembre el ejército azerí pasó al ataque y tomó control del cielo con los drones turcos. Los armenios resistieron 40 días y perdieron. Salvados in extremis por Putin, tuvieron que aceptar casi todas las reivindicaciones de Azerbaiyán. El alto al fuego de cinco años fue roto unilateralmente por Bakú el 19 de septiembre de 2023, después de un largo bloqueo para rendir por hambre a los 120 mil armenios de Karabakh. En dos días el ejército azerí tomó el enclave; la limpieza étnica fue total, empezó el genocidio cultural: destrucción de todo el patrimonio arquitectónico armenio.
¿Podrán las dos naciones quitarle al odio su eternidad?
Historiador en el CIDE