El ajedrez es un juego de inteligencia que en su condición de arte requiere inspiración, entendida como luz instantánea que brilla de pronto en la mente del jugador sin que él mismo sepa de dónde le viene, a menos que le sorprenda combatiendo. Por eso tuvo razón el pintor y escultor Pablo Ruiz Picasso (1881-1973) cuando esperaba: “Cuando baje la inspiración, que me sorprenda trabajando”. También el psicoanalista Sigmund Freud decía: “cuando la inspiración no viene a mí, salgo a su encuentro a la mitad del camino”.
Además de inspiración, el ajedrez requiere fantasía. El poeta italiano Cesare Pavese dijo: “La inspiración tiene que ver con la fantasía de cada creador… es el fuego central no sólo de su poesía, sino de toda su vida. Hunde sus raíces en el pasado más remoto del individuo y revela la quintaesencia de su encuentro con las cosas”. Es más, San Francisco de Asís sugería: “Comienza por hacer lo necesario; luego haz lo que es posible y, de repente, estarás haciendo lo imposible”; lo que, sin ser frecuente, es perfectamente posible en ajedrez.