El presidente Andrés Manuel López Obrador señaló en abril de 2020, en el contexto de la pandemia de Covid-19, que ésta venía “como anillo al dedo”. Nunca fue claro por qué lo dijo, pero enfatizó que ayudaba a “afianzar el propósito de la transformación”. Y es que, a pesar del crecimiento de 9.8 millones de pobres y de la caída en la economía, el Covid ayudó a confundir qué tanto del deterioro económico era culpa del gobierno federal y qué tanto de la pandemia.
Ahora, año y medio después del inicio de la crisis sanitaria , y cuando parecía que sus efectos en la salud pública empezaban a amainar —estando hoy 27 estados en semáforo de riesgo epidémico verde— hay signos claros de que la economía se está descomponiendo fuerte: la inflación rebasó 7%; el peso se ha devaluado frente al dólar más de 8% en unos días, ya tocando 22 pesos; el PIB regresó a tener desempeño negativo; se desinfló la recuperación y la economía está hoy en el mismo nivel que en abril de 2016. Hay fuga de capitales desde febrero de 2020 y, si bien se recupera el empleo, hay 7.2 millones de mexicanos en la categoría de subocupados, casi el doble que al inicio de esta administración.
Esta descomposición se aceleró apenas en octubre, con la incertidumbre que la iniciativa de reforma constitucional en materia eléctrica generó. Luego, la desconfianza se incrementó con el decreto que convierte todas las obras públicas del gobierno en un tema de seguridad nacional y, finalmente, el ruido que metió en los mercados el retiro del exsecretario de Hacienda, Arturo Herrera, para ser gobernador de Banxico y su sustitución por la subsecretaria de Egresos, Victoria Rodríguez.
Ahora, el surgimiento de la variante de Covid ha golpeado a varias monedas y mercados bursátiles. Si se corrobora que es más peligrosa y resistente a los anticuerpos, el mundo volverá a encerrarse y todas las economías lo resentirán, aunque unas más que otras. De hecho, el año pasado México cayó más del doble que países como Estados Unidos, Brasil o Rusia, o 50% más que Chile o Colombia.
En las encuestas que se han levantado recientemente, López Obrador sigue con un amplio respaldo popular. En la que publicó EL UNIVERSAL el viernes pasado, su aprobación es de 68%, su calificación más alta en un año. Sin embargo, esa misma encuesta, como otras levantadas vía paneles en línea, dejan ver que la aprobación del titular del Ejecutivo federal ronda su nivel más bajo en los sectores de mayor escolaridad (universidad o más), con apenas 8%, y entre los grupos de personas que consumen cotidianamente información/noticias, también hay una percepción de que el desempeño es muy deficiente.
Ómicron puede ser entonces para este gobierno una tablita de salvación que le permita tener una narrativa para culpar del deterioro de la economía a un factor externo, lo que sería parcialmente cierto. Pero si la variante no se convierte en un factor de riesgo, el actual gobierno va a tener complejidades para mantener su narrativa y su base de apoyo ante los números tan deficientes en la economía y la gran cantidad de muertos por la inseguridad y la pandemia. También, es probable que la pérdida de confianza de las clases medias empiece a trasminar a otros niveles económicos.
Todo el mundo estará pendiente de lo que los estudios clínicos reporten sobre ómicron en los siguientes días, que ojalá que no sea negativo. Sin embargo, lo que pudiera ser una mala noticia para todo el mundo, quizá no lo sea tanto para nuestro gobierno, además de que le brindará una oportunidad para reforzar programas de asistencialismo social.
Mucho estará en juego en los siguientes días, incluyendo el futuro de la 4T , cuya narrativa empieza a mostrar fisuras serias, aunque ómicron puede llegar a salvarla.